Los recuerdos del turismo reaccionario

Simón Rodríguez Porras

La crónica viajera de Fernando Mires, profesor chileno residenciado en Alemania, "Recuerdos de Venezuela" (http://www.soberania.org/Articulos/articulo_3363.htm), muy difundida por diversos medios, no pasa de ser la expresión de un conjunto de prejuicios políticos, y guarda coherencia con lo dicho anteriormente por el autor en otros artículos sobre Venezuela. A despecho de la pretensión de su título, el artículo parece no ser hijo legítimo de la observación, sino de prejuicios reaccionarios, y es en gran medida el testimonio de la deshonestidad como método.
Juicios como los siguientes, referidos a una charla que sostuvo con representantes del gobierno venezolano, no son sino vagas opiniones personales sobre la izquierda, y carecen de una ilustración debida:

"Por ejemplo, ellos hablan de la revolución con énfasis, como si la revolución fuese una fuerza magnética que de acuerdo a un orden cósmico, regula los acontecimientos de la historia... ellos no dudan que se encuentran situados en el lado bueno de la historia. Todos los que están al otro lado, se encuentran equivocados..." (F. Mires)

Estamos de acuerdo con Mires cuando observa que asistencia social no es revolución. El carácter progresista de esta asistencia estará en el saldo organizativo que pueda dejar en el movimiento popular, y el sentido de la acción asistencial del gobierno venezolano forma parte del debate de la izquierda en Venezuela. Nuestro desacuerdo con el visitante se fundamenta en que hay un cinismo radical de parte de quien pretende dictar cátedra revolucionaria, siendo un enemigo confeso de las revoluciones socialistas.

Continúa Mires: "¿qué tiene que ver la obra social que realizan los activistas del gobierno de Chávez con los permanentes improperios que profiere todos los días Chávez (sic) al gobierno norteamericano? El gobierno norteamericano no sólo no se ha opuesto, ni se opone (sic) a ningún acto de justicia social del gobierno de Chávez." (F. Mires)

Aquí la miopía política es proverbial. La vocería oficial del gobierno estadounidense aplica sistemáticamente el mote de "populista" y "radical" a la política asistencial del gobierno venezolano. Estas declaraciones y las recomendaciones no solicitadas del gobierno estadounidense son consideradas intromisiones en la política interna, y por ello merecen respuestas de parte del gobierno venezolano, a las que Mires llama "improperios". Por supuesto que la intervención imperialista en Venezuela no se debe a los programas asistenciales, sino a las exigencias de la seguridad energética de la economía estadounidense; y ella se pone de manifiesto, entre tantas otras acciones oficiales, en el financiamiento de grupos políticos y del estamento militar alineados en la oposición al gobierno nacional. Esta oposición de derecha representa el mejor resguardo estratégico de las exigencias energéticas del "american way of life". De nada de esto habla Mires, quizás para dar a entender que la confrontación es meramente verbal, y no obedece a intereses reales.

"En otros países latinoamericanos, también tienen lugar muy interesantes reformas sociales. Ellas caben dentro del rubro política social. Pero nadie habla de revolución, ni de guerra al imperio, ni mucho menos de un nuevo tipo de socialismo-militar con el pathos con que lo hace el gobierno venezolano. A ningún otro gobernante latinoamericano se le ha puesto la idea de crear un partido único para uso personal, ni de hacerse reelegir indefinidamente, ni mucho menos, militarizar la sociedad y cerrar medios de comunicación, como lo está haciendo el gobierno venezolano" (F. Mires)

Se desprende de esto la molestia de Mires con el hecho de que aquí se hable de revolución. Sobre el "partido único para uso personal", o "el cierre de medios de comunicación", Mires demuestra un desprecio total por la verdad. El medio, en singular, al que alude el autor se encuentra abierto y transmitiendo; el gobierno nunca ha hablado de instaurar un "Partido Único de Estado Chavista", y su intento de crear un partido unificado socialista no ha sido del todo exitoso hasta ahora, pues el único partido que se ha disuelto para formar el PSUV es el MVR.
En cuanto al "socialismo militar", "del que ningún gobierno latinoamericano habla", tampoco hemos escuchado nunca esa expresión en boca de algún vocero gubernamental venezolano. Como vemos, ya pasamos del terreno del prejuicio político al de la mentira propagandística. Este ejercicio mentiroso llega a extremos divertidos, como la referencia a una Universidad de Cocina Chavista, y se pasea por numerosos ámbitos de la vida política venezolana: se habla del cierre de un canal de televisión que se encuentra transmitiendo su programación regular por los servicios de cable, de un llamado presidencial a "masacrar a los estudiantes" opositores, de que "nadie en la oposición quiere un golpe"; de que la encuestadora Hiterlaces no es de tendencia opositora, y que su afirmación de que el 65% de los venezolanos adversa a Chávez es creíble. Otras mentiras no son de la autoría de Mires, pero son defendidas por él. Se trata sobre todo de las paranoias y sensiblerías de una derecha que cree honestamente que "la vida es una telenovela", como rezaba aquella consigna de lucha de RCTV, durante las semanas que precedieron al fin de su concesión radioeléctrica. Entonces, mientras que grupos paramilitares atrincherados en la Universidad de los Andes gritaban "fuera los chavistas de la universidad", y abaleaban a decenas de policías a nombre del movimiento estudiantil, entre ellos al jóven Sandro Moreno, quien quedó cuadrapléjico; mientras todo esto ocurría, se suponía que los mismos pistoleros y mafiosos de la universidad venezolana representaban a unos pobres estudiantes atemorizados hasta las lágrimas por un gobierno cruel y represivo. Eso sí es hacer de la vida una telenovela.

Las terribles gríngolas ideológicas de Fernando Mires le llevan a ver "revolucionarios" en unos estudiantes que marchan teledirigidos pidiendo la vuelta a la señal abierta de un canal de televisión privado, representante de las peores desviaciones éticas que se derivan de la explotación comercial de la comunicación (prácticas monopólicas, difusión de pornografía, propaganda subliminal, propaganda de guerra, instigación al genocidio político). Desde todo punto de vista la motivación de los estudiantes y de sus padrinos políticos es conservadora, pues se trata de preservar una prerrogativa empresarial, de que “las cosas continúen como antes, cuando no había división entre los venezolanos", y otras alucionaciones ideológicas semejantes, no de realizar algún cambio estructural en nuestra sociedad. Las gríngolas cumplen su función, y Mires ve el conservadurismo como revolución, lo reaccionario como progresista. Esta misma inversión de valores hace del Gramsci de Mires un héroe de la "democracia" capitalista, curioso destino que el propio Gramsci habría despreciado. Pero más curioso y despreciable es el recurso de Mires de invertir la reivindicación hecha por Chávez del pensamiento de Gramsci para ver en ella una supuesta caracterización de los enemigos de la revolución bolivariana.

Los juicios, o prejuicios, de Mires sobre la alta jerarquía católica en Venezuela exigen, para sostenerse, una rotunda negativa a juzgarla en su dimensión histórica concreta. Se trata de una historia, por lo demás, reciente y cargada de una participación directa en las ofensivas antidemocráticas de la derecha venezolana. Su paroxismo es la firma, por parte del máximo jerarca católico venezolano en su momento, del decreto fascista de Pedro Carmona.
El origen de todas estas mentiras y prejuicios queda claramente establecido y sintetizado en la siguiente pregunta:
"¿Por qué tengo que creer que el socialismo del Siglo XXl que levantáis como alternativa, deberá ser distinto a los demás socialismos de la historia?" (F. Mires)

¿Cuál es el criterio de "lo socialista" en este autor? El criterio singularmente mediocre de que un régimen político es lo que dice su propaganda:

"Y no imaginéis que pongo en duda la existencia del socialismo del Siglo XXl. Cuba, Corea del Norte y Siria, se declaran socialistas." (F. Mires)

Pero también Zapatero, Bachelet, y otros socialdemócratas se declaran "socialistas". El criterio aplicado por Mires es antianalítico, y lo lleva a caer en contradicción flagrante, al afirmar que el gobierno venezolano es un refrito de un marxismo leninismo que avergonzaría a Marx y a Lenin. Cuando Chávez anunció, infelizmente, que consideraba que la noción de clase social aplicada por Marx estaba obsoleta, no hubo el menor alivio en las mentes deterioradas de Mires y los demás propagandistas de la derecha. Pese a su autodeclarado método de juzgar a los gobiernos por lo que dicen de sí mismos, no habrá alivio porque el prejuicio está demasiado arraigado, y no es desinteresado. El interés preestablecido en su discurso, que es el mismo de la intelectualidad del status quo en Latinoamérica, castra su pensamiento, lo obliga a postrarse frente al dogma del libre mercado (dogma desmentido por siglos historia, y descartado como posibilidad práctica por el propio Adam Smith); a ver en el proceso de la globalización y la unipolaridad militarista estadounidense un "reino de la libertad y la democracia"; y a cerrar los ojos frente al rostro sangriento de la dominación económica y política de esa "pax americana". Si la uniformización del mundo bajo las reglas de juego de las clases dominantes, la imposición del capitalismo en su dimensión global, significan "democracia y libertad", podemos identificar el sujeto del discurso: se trata de los señores del capital. Mires habla la libertad de este y la democracia de aquellos.
Nosotros no juzgamos al hombre por lo que dice de sí mismo, pero extraemos de lo que dice claves para entender los intereses a los que responde. Por el fondo de su discurso, sólo cabe entenderlo como un enemigo de la democracia real; por la pobre forma que adquiere ese discurso, por su desprecio abierto por la verdad, cabe cuestionar su dimensión de intelectual. Aunque esa impostura se consagre, por su funcionalidad, en el mercado de las reputaciones. Un intelectual órganico de mercado, acaso, nunca aportará a la mejor comprensión del complejo y contradictorio proceso político venezolano.

Comentarios