Apuntes sobre la música tradicional de Bulgaria

Simón Rodríguez Porras


Bulgaria es un país situado en la península de los Balcanes, atravesado por esta cordillera de oeste a este. A esto debe la escarpada geografía que constituye la mayor parte de su paisaje. Colinda con las llanuras del Danubio, en el norte; el Mar Negro en el este; Turquía y Grecia al sur. Esta situación geográfica le valió históricamente el ser un punto de tránsito obligado en las incursiones al continente europeo del Imperio Otomano, así como de confluencia de diversas matrices culturales, las cuales se reflejan hoy en la coexistencia en este territorio de más de veinticinco grupos religiosos y seis idiomas, tanto como en expresiones artísticas de enorme riqueza y variedad. Esta diversidad no ha impedido la consolidación de una fuerte identidad cultural búlgara, fundamentada en la importante mayoría que representan los miembros de la etnia búlgara que participan de la iglesia cristiana ortodoxa búlgara, identidad cuyo núcleo se mostraría irreductible incluso durante la ocupación turca de cinco siglos, expulsada apenas en el siglo XIX. La música búlgara ha demostrado este fuerte arraigo a lo largo de los siglos, y en ella se mantenien claras reminiscencias del período precristiano.

De acuerdo a la mitología griega, Orfeo y las musas tienen su origen en Tracia, tierra que se encuentra en lo que actualmente es el sureste de Bulgaria. En la imaginería tradicional, la magia de Orfeo se mantiene viva en la música búlgara, que se considera su heredera, y particularmente en los cantos, de cualidades impresionantes.

Los cantos eclesiásticos ortodoxos, cuyo origen se remonta al siglo IX, son una continuación de las tradiciones musicales bizantinas, constituyendo un género análogo a la música clásica en occidente, y jugaron un papel importante en el renacimiento cultural que siguió la emancipación nacional del siglo XIX. En forma de canciones, cantatas, y oratorios, transmiten la inspiración mística de las antiguas crónicas, fábulas, y leyendas, algunas en honor a héroes eslavos como Alexander Nevsky, y son interpretados por coros de hasta cien personas, a ocho partes.

La música búlgara fue quizás el elemento de preservación de la identidad búlgara más fuerte durante la ocupación turca, y mientras que asimiló importantes influencias externas, como las provenientes de Grecia, o los gitanos, desde tiempos muy remotos mantiene lo esencial de su expresión. Hay un sentido de orgullo y rebeldía en su carácter. Dado que fue una de las pocas expresiones de la vida social que no sufrió la censura y la represión durante la ocupación turca, llegó en ocasiones a adquirir matices subversivos, pues las letras de muchas canciones se dedican a las hazañas de los hadjuks, guerrilleros que luchaban en contra del Imperio Otomano al amparo de las montañas del Pirin, en el suroeste de Bulgaria. Particularmente hay un héroe histórico que merece la dedicatoria de muchas canciones tradicionales: Yane Sandanski, maestro y filósofo que luchó y murió por la revolución búlgara.
A las mujeres del campo búlgaro no se les permitía cultivar la ejecución de instrumentos musicales, de esto se derivó el que la mujer se concentrara en la ejecución del canto. Los coros femeninos son polifónicos, y se caracterizan por grandes saltos interválicos y la utilización de colores tímbricos a los que el oyente occidental no está acostumbrado, como los producidos por la técnica de “cuello abierto”, o las vocalizaciones de cualidad nasal. De igual modo, esta música emplea prolijamente disonancias y recursos de música concreta como chillidos, gritos, y carcajadas. Una disposición común en la música vocal es la diafónica, con una de las voces interpretando un rol protagónico. Como una rara excepción, se pueden escuchar coros de hombres en la región Pirin-Macedonia.

Las canciones de amor y las de trabajo a menudo son antifonales. Estas últimas generalmente están compuestas por líneas melódicas largas, sin metro. Acompañan la cosecha y trabajos como coser y bordar, realizados por grupos de mujeres en las horas de la noche, actividad llamada sedenka. Este género de canciones, lentas y de metro libre, también se extiende a la música religiosa. A este tipo de música se contrapone otro, de ritmos rigurosos y exigentes, utilizado en danzas, canciones de navidad, y otras canciones de la sedenka. Aunque el compás de 2/4 es el más utilizado, existe una gran riqueza rítmica en las danzas búlgaras, de esto son ejemplo danzas como la pajdushka, en 5/16; svornato, en 9/16; rachenitza, en 7/16; y krivo, en 11/16. Las danzas en sí mismas son de una gran creatividad y sofisticación, con formaciones como las del horo, danza circular cuyo rápido zapateo está presente en la mayor parte de las ocasiones festivas. En otras ocasiones la danza se realiza en fila, mientras que la primera y la última persona de la fila entablan un dialogo a través del canto. En la región de Stranja se realizan los bailes de kukeri en los que los hombres se disfrazan de demonios y animales, y el rachenitza, baile sobre brasas ardientes.

(Rachenitza)

Una importante ocasión para la danza y la música en la sociedad rural búlgara es el matrimonio. La muerte a su vez marca el comienzo de largos silencios musicales, pues, de acuerdo a una antigua tradición, el luto incluye la no realización de música durante seis meses.

La influencia turca ha dejado su huella en la música popular a través de la presencia de instrumentos musicales que han devenido en los más representativos de la tradición búlgara, como la gaida, gaita de cuero de cabra, y el kaval, flauta larga y abierta de madera. Otros instrumentos de importancia son el tambura, laúd de cuello alargado y cuatro cuerdas; el duduk, flauta aguda; la dvojanka, flauta doble; la ocarina, pequeña flauta de cerámica; la zurna, pequeño cuerno de registro agudo; el dayre, tamboril; y el tarambuka y el teppan, tambores mediano y grande, respectivamente. La zurna es un instrumento de doble caña, el más primitivo de la familia del oboe. Sólo es utilizado por gitanos y pomaks, musulmanes descendientes de búlgaros convertidos al Islam durante la ocupación turca.
El kaval es una flauta de gran antigüedad utilizada en la región de Tracia. Posee un rango registral de tres octavas, cualidad inusual en los aerófonos rurales de los Balcanes. Es un instrumento difícil de dominar, por lo que sólo un intérprete virtuoso logra explotar al máximo su sonoridad al soplar a través de su abertura redonda. Al requerir poco aire, permite la estructuración de frases largas y complicadas al intérprete experimentado. Cuando dos intérpretes acostumbran tocar juntos, es una práctica común que fabriquen sus kavales a partir de una misma pieza de madera, para que los sonidos estén “casados”.

(Ensemble con gaida)

La gaida es un instrumento de una gran flexibilidad adaptado a una tradición musical que plantea constantes cambios armónicos. A diferencia de la mayoría de las gaitas europeas, que sólo pueden ser interpretadas sobre un pedal, y en sólo un modo, la gaida suele acompañar ensambles con el kaval, la gadulka, y tambores. Incluso cuando se emplea como instrumento solista, y con frecuencia cambia de modo, logrando una gran variedad musical dentro de la octava de registro de la que dispone. La gaida búlgara es la única gaita sin llaves cromática, y esta ausencia de llaves le permite el recurso del portamento, característico del canto de este instrumento. La bolsa es el cuero de una cabra entera, cuidadosamente desollada, el cual se mantiene en una sola pieza. Utiliza una caña simple, a diferencia de las gaitas occidentales, más bien como un pequeño clarinete, y esto hace que el registro más agudo sea el más intenso en sonoridad.
De acuerdo a algunos musicólogos, la gaita europea se originó en La India, expandiéndose su uso enormemente, desde Rusia hasta España y Escocia, pasando por el norte de Africa, y evolucionando a lo largo de este viaje histórico. De acuerdo a esta hipótesis, la gaida sería la versión más sofisticada del primer estadio evolutivo de la gaita, que no poseía llaves, caña doble, o bolsa de varias piezas de cuero cosido.1 Hecha en su totalidad con madera, cuero y cornamenta de cabra, es un instrumento adecuado para el uso de pastores por su tamaño manejable y su sonido penetrante, ideal para los espacios abiertos. A una variante de mayor tamaño se le llama kaba gaida.

Durante el período socialista que vivió Bulgaria desde el final de la segunda guerra mundial hasta el comienzo de la década de los 90, la música tradicional adquirió gran atención, recibiendo estímulos de parte del estado para su conservación y difusión, tanto dentro como fuera de Bulgaria.2 Durante este período se formó un importante movimiento coral dedicado a la música popular búlgara, cuyos lineamientos artísticos planteaban apartarse de la práctica tradicional sólo en lo que se refiere a los arreglos, los cuales buscaban aprovechar la afinidad natural de esta música con el lenguaje musical contemporáneo, y poniendo este al servicio de realzar las cualidades inherentes a la música original, de la que se mantenían las técnicas vocales y las melodías originales.

La figura que dio nacimiento a esta expresión artística fue el compositor y director Philip Kutev, fundador del primer coro de esta escuela, el Conjunto Nacional de Canciones y Danzas Populares, y realizador de más de quinientos arreglos a tres o cuatro partes. Estos coros alcanzarían fama mundial con la edición de la serie de discos “Le Mystere des Voix Bulgares”. Estos coros recibieron importantes subvenciones del estado socialista, el cual buscaba la consolidación, en medio de grandes transformaciones sociales producto de la industrialización del país, de una cultura nacional de fuertes raíces en la tradición. En este esfuerzo también se crearon orquestas de gaitas y otras agrupaciones de música y danza folclórica. Desde la década de los setenta, es posible realizar estudios musicales como folclorista, o como intérprete de instrumentos tradicionales, incluyendo el canto, en el sistema de educación superior de Bulgaria.

Siendo que la tradición musical búlgara es tan antigua, aún en el ámbito rural muchas de las actividades a las que la música en su origen estaba funcionalmente vinculada ya no son parte de la vida diaria, ni lo eran hace cincuenta años. A lo largo del siglo XX, la población urbana de Bulgaria ha tendido la mirada hacia el exterior en lo que a sus intereses musicales se refiere. Esto se ha visto dramáticamente acentuado luego de la decadencia del glasnost y la perestroika, y finalmente la caída del sistema socialista y la entrada del país en la vorágine de la economía y la cultura globalizadas. A pesar de constituir un período histórico de poco más de una década, ha tenido consecuencias significativas en la vida musical de Bulgaria. En una doble dinámica destructiva, muchos músicos, ante la ausencia de estímulos económicos locales, adaptan su producción a un mercado occidental de masas, mientras que la población búlgara es asimilada a ese mismo mercado, gracias a la labor alienante de los grandes medios de comunicación, con la subsecuente inundación del mercado local por música comercial de las industrias transnacionales del arte y el espectáculo. El etnomusicólogo norteamericano Timothy Rice, el autor de mayor difusión dedicado al tema de la música tradicional búlgara, aborda esta cuestión en una entrevista concedida a la publicación Central Europe Review:

P: ¿Podría decirnos algo acerca de sus recientes viajes a Bulgaria, y qué está ocurriendo con respecto a la música tradicional en el período post-comunista?
R: Sí, un par de cosas. Una es que muchos de los músicos profesionales que eran prominentes en el período comunista aparentemente no pueden ganarse la vida con la música, como solían hacer. En esa época había dos categorías de músicos: aquellos que tocaban en los grupos folclóricos subvencionados, y los que tocaban en matrimonios, en los pueblos. Los salarios de estos músicos ahora son tan bajos en relación con la nueva economía que ellos están desesperados por salir del país e ir a Europa occidental, o a los Estados Unidos, donde hay un real interés en este tipo de música. Muchos de estos músicos han salido del país, incluso algunas de las grandes estrellas de la música de los matrimonios. Los músicos que tocan en matrimonios se quejan de que los disc jockeys están acaparando la música de las bodas, y en la economía búlgara contemporánea simplemente no hay dinero suficiente para pagar las bodas elaboradas que se solían realizar… El apoyo económico para la música aparentemente ha desaparecido.
La otra cosa que está ocurriendo es que nuevas formas de música popular búlgara están surgiendo. Individualmente, hay músicos creando nuevas formas. Los músicos más viejos tienen grandes dificultades con esta nueva música, la cual consideran kitsch…”
(Entrevista realizada por Sue Baugust)

Notas

1.- “The Bulgarian Bagpipe or Gaida”; http://www.rohan-k.co.uk/bagpipes/
2.- http://puente-e.com/Cul/pais/cul-bulgaria.html

Fuentes adicionales
1.- CD: “A Harvest, a Sheperd, a Bride: Village Music of Bulgaria; In the Shadow of the Mountain: Bulgarian Folk Music”, recopilación y textos de Ethel Raim y Martin Koening, Elektra/Nonesuch.
2.- http://www.uniquebulgaria.com/brochurees/culture.html

3.- http://musicart.imbm.bas.bg/en/about.htm

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