Cantos de Trabajo de Venezuela

Simón Rodríguez Porras

El canto de trabajo nos remite al origen mismo de la cultura y el arte, al presentarnos la música en su dimensión original, situada en un mundo en el que no existían fronteras entre el trabajo físico y el espiritual, como formas del ser humano incidir en la transformación de la realidad. El canto de trabajo es en sí mismo la integración de la actividad física y la creación del espíritu; al acompañar las labores más necesarias para la subsistencia, las eleva de la rutina mecánica a un rango creativo, estableciendo un puente entre lo cotidiano y lo trascendente. Vale recordar, hoy bajo el signo de la desintegración social y la división del trabajo, que el oficio del músico es una síntesis de trabajo manual e intelectual, aunque esto comúnmente lo pierda de vista el músico profesional, desvinculado de la base material de su sustento: la conciencia de esa naturaleza integradora de la música le reconciliará con los fundamentos y el auténtico sentido de su arte. El canto de trabajo puede tener un sentido liberador, a veces da ánimo en la faena, otras permite abstraerse en meditaciones. Es una forma de composición e improvisación abierta que confunde también las nociones de creación individual y creación colectiva, pues a lo largo del tiempo, y por efecto de la tradición oral, las generaciones se hacen coautoras de la poesía y la música.

Los cantos suelen ser individuales o responsoriales, los cantos individuales liberan el ritmo cuando la faena no exige regularidad, lo cual rara vez ocurre con los cantos responsoriales. La poesía tiende a presentarse en coplas octosílabas. En los llanos venezolanos aún se practica el arreo de ganado a lo largo de grandes distancias por caminos verdes. Para evitar que los animales se dispersen, el llanero se vale de cantos y melodías silbadas, tranquilizando a los animales a lo largo de la travesía y ofreciéndoles una efectiva guía sonora. El guía es auxiliado por un compañero que cubre la retaguardia, a modo de “cabrestero”, con lo que se logra envolver musicalmente al rebaño. “En un análisis muy general, se pudiera decir que estos cantos se caracterizan por el empleo de glisandos y falsetes; las melodías se desplazan a través de cromatismos, frecuentemente descendentes y silábicos, el ritmo es muy libre, generalmente de medida binaria, y se presenta con frecuencia el llamado tópico de cuarta y sexta, que consiste en la articulación de una tercera, generalmente menor, para descender inmediatamente sobre una cuarta justa.

De los pájaros del monte
Quisiera ser diostedé,
Que le hace la cruz al agua
Para poderla beber.
Para ser un buen llanero,
Tres cosas se han de tener:
Buena soga, un buen caballo,
Y una zamba a quién querer”. (1)

También establece el llanero un vínculo musical con el ganado vacuno a través del canto en el ordeño. Cantando, llama por su nombre a la vaca y a su becerro, y les mantiene dóciles mientras realiza las labores de ordeño.

“Lucero de la mañana
préstame tu claridad
para alumbrarle los pasos
a una ingrata que se va.
Mañana por la mañana
cubre tu patio de flores
que te viene a visitar la virgen de los dolores.
Clavelito, clavelito, clavelito
Estrella de la mañana
claro lucero del día
Cómo no me despertaste
Cuando se iba el alma mía.
Mariposa, mariposa, mariposa.
Allá arriba en aquel cerro
Tengo un pozo de agua clara,
Donde se lava la virgen
Los piecitos y la cara.
Nube de agua, nube de agua, nube de agua”

(Canto de ordeño, recopilado por Antonio Estévez).

Los cantos de trabajo del llano venezolano sufren la seria amenaza del ascenso de tecnologías sofisticadas aplicadas a la agroindustria; el imaginario llanero es progresivamente desplazado por la mecanización de los procesos productivos en el campo. La desaparición de tecnologías arcaicas como el trapiche y los molinos operados con bueyes, utilizados para la extracción del zumo de la caña de azúcar y la molienda del grano, ha implicado la extinción de los cantos que acompañaban esas tareas. Los trapicheros eran generalmente hombres, afrodescendientes, y de una profunda religiosidad, reflejada en algunos de sus cantos. También, en virtud de la dura explotación a la que se ven sometidos los trabajadores, el canto asume rasgos contestatarios, particularmente en la Sierra de Coro, cuna de grandes rebeliones negras y alzamientos revolucionarios.
“La rebeldía, de vez en cuando, esgrime su protesta, y los tremendos camaradas de José Leonardo Chirinos parece que rugieran tras las voces de braceros, boyeros y gañanes:

...
No quiero ser más güeyero
porque no me pertenece,
el día se me oscurece
en ida y vuelta al potrero” . (2)

El canto le devuelve la humanidad a un trabajo cuyo fruto es enajenado por el patrón. Cantos de trabajo y protesta también se escucharon en las minas de El Callao. Los cantos de lavanderas son un extraordinario ejemplo de polifonía en la música tradicional. En estos cantos originarios del Estado Yaracuy, cada voz sucede a la anterior en imitación, como un canon. Las lavanderas también pregonaban por las calles del pueblo cuando la claridad de las aguas del río hacía propicia su labor. El trabajo del pilón, de una cruda exigencia física, es realizado por mujeres, aunque hoy en día representa también un arcaísmo. En un gran mortero se reúne el maíz y se procede a desprender la piel del grano por la acción de un gran mazo de madera de alrededor de 4 kilos. La respiración y los quejidos imbricados con la acción de pilar van delineando la identidad rítmica del canto de pilón, en el cual suelen alternar dos pilanderas. La letra se pasea por temas amorosos y de la vida en el campo, subrayada por la gran fuerza emotiva de las melodías.

“y esa zoqueta se cree
ió, ió, que todo se lo merece
ió, ió, y vive en un piazo e rancho que el viento se lo estremece
ió, ió

Yo no quiero hombre casado
ió, ió, porque hiede a matadura
ió, ió, yo lo quiero solterito que huele a piña madura”


Cada vez más ahogadas en el ruido de las ciudades, aún persisten ciertas manifestaciones del pregón de fruteros, chatarreros, vendedores ambulantes, y trabajadores que ofrecen a domicilio sus servicios. En los terminales de pasajeros puede percibirse la preferencia del intervalo de la cuarta justa en los anuncios de las salidas y llegadas, lo cual pudiera considerarse una aproximación interesante, quizás involuntaria, a la musicalidad desde el trabajo.
Los nuevos tiempos requieren de una nueva musicalidad que acompañe y libere el trabajo físico. La liberación del trabajo de la enajenación implícita en las relaciones productivas desarrolladas bajo la égida del capitalismo no basta para hacer del trabajo productivo una actividad creativa. Es necesario que el trabajo material sea también trabajo espiritual. Un nuevo canto de trabajo para una nueva sociedad, un arte que asimile el desarrollo tecnológico y lo ponga al servicio del hombre creador: he ahí un reto para quien busque la posibilidad de una dimensión socialmente liberadora en su obra. Llegará el momento en que el músico vuelva a integrarse, en la transformación de la realidad, con el trabajo físico, en una nueva música de trabajo.

Notas
1.- “Enciclopedia de la Música en Venezuela”, Fundación Bigott, 1998.
2.- Íbid.

Bibliografía adicional:
- “Síntesis de la Etnomúsica en Latinoamérica”; Aretz, Isabel; Monte Avila Editores.

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