Discurso de grado



Simón Rodríguez Porras


(Saludos a las autoridades, etc.)

De quienes están recibiendo hoy un título, quiero extender un especial saludo a aquellos que provienen de la clase trabajadora, para quienes los estudios superiores suponen una serie de dificultades económicas, las cuales son expresión de las enormes desigualdades sociales que caracterizan a nuestra sociedad. Saludo también a los trabajadores de ULA TV, cuya lucha considero admirable.

Estas palabras van comprometidas sobre todo con quienes, en nuestra sociedad, están menos representados aquí hoy.

¿Cuál es el significado de este acto, y del título que recibiremos?

El acto en sí es una reminiscencia de aquello que los estudiantes de Córdoba llamaron “la antigua dominación monárquica y monástica”. Todos sus símbolos aluden a aquella época, en la que se proclamaba el temor a Dios como el inicio de la sabiduría, tal y como reza el escudo de la Universidad de los Andes. Hay que reconocer que no se trata de símbolos vacíos. Aunque este año se cumplan 90 años del Manifiesto de Córdoba y de una rebelión estudiantil en contra de ese viejo orden, la que daría inicio al movimiento por la reforma universitaria; el espíritu monárquico de la vieja universidad ha sobrevivido, aunque algunas de sus formas hayan cambiado.

El Dios al que se refiere el escudo universitario ya no es el mismo. Ha sido reemplazado por otro, tan poderoso como para subordinar la acción de la institución académica. Se trata del Mercado. Sus valores son los que animan hoy a la universidad. Se supone que este título tiene un valor de cambio en nuestra sociedad, que es un instrumento para conquistar privilegios y cierta condición social. Tal es el sentido que la ideología dominante le adjudica a la educación que nos hemos procurado en este tiempo. Yo espero que, para nosotros, el pergamino que vamos a recibir no tenga esa connotación de prerrogativa, sino que simbolice el compromiso y la responsabilidad social que deben orientar nuestro trabajo para que pueda constituir un aporte en la construcción de una sociedad justa y solidaria.

Al poner las competencias que hemos adquirido al servicio de ese proyecto colectivo del cual hoy la universidad carece, estaremos demostrando que nuestro espíritu no ha sido domesticado. La única verdadera muestra de amor que podemos brindar a esta sociedad es luchar por transformarla. Que todo lo que hagamos sea testimonio de esa convicción.

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