Por Simón Rodríguez Porras
(Ponencia presentada en el encuentro 200 años con Carlos Marx: su actualidad histórica, el viernes 22 de junio, en la Biblioteca Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, República Dominicana).
“La
emancipación de la clase trabajadora debe ser obra de los trabajadores mismos”.
Esta sentencia, plasmada en los estatutos de la Asociación Internacional de los
Trabajadores (Marx, 2000),
conformada en 1864, resume quizás el aspecto de la filosofía política de Marx
que con mayor nitidez ha dividido aguas durante el siglo pasado y el actual,
entre las corrientes que se reclaman marxistas: la cuestión de la independencia
política de la clase trabajadora, entendida como independencia organizativa y
programática.
Marx
combinó su arduo trabajo de elaboración teórica con importantes esfuerzos
políticos y organizativos en la construcción de la Liga de los Comunistas, para
la cual escribió el célebre Manifiesto en 1848, poco antes del estallido
de la revolución alemana, y posteriormente en la fundación de la primera
organización internacional de los trabajadores.
En
su actividad revolucionaria dedica sus mejores esfuerzos al propósito de que la
clase trabajadora se arme de una estrategia independiente respecto de los
distintos sectores de la burguesía, del campesinado, los viejos terratenientes
e incluso del lumpenproletariado, al cual considera más proclive a actuar
subordinado a la clase dominante. Su valoración del rol revolucionario que la
clase trabajadora está llamada a jugar se desprende de un análisis de las
tendencias de desarrollo del capitalismo en el que, tal y como se expone en el Manifiesto
Comunista, “toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente,
en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía
y el proletariado”. Las clases medias, pequeños comerciantes, artesanos y
campesinos “luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia
como tales”, mientras que la clase trabajadora no es una minoría que obra en
interés de una minoría, sino el primer movimiento social “de una inmensa
mayoría en interés de una mayoría inmensa”. Concluyen Marx y Engels que la
clase trabajadora “no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho
añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la
sociedad oficial” (Marx, 1999).
Siguiendo
la argumentación del Manifiesto, esta enorme potencia revolucionaria de la
clase trabajadora le permite ganar para su causa a intelectuales, miembros de
las clases medias en proceso de proletarización, campesinos y otros sectores
oprimidos. Estos posibles aliados constituyen un campo de disputa con la
burguesía, que además requiere del apoyo proletario, pues “lucha
incesantemente… contra la aristocracia; luego, contra aquellos sectores de la
propia burguesía cuyos intereses chocan con los progresos de la industria, y
siempre contra la burguesía de los demás países. Para librar estos combates no
tiene más remedio que apelar al proletariado”.
Contra
los nacionalismos que agitan las burguesías para arrastrar bajo su influencia a
los trabajadores, Marx plantea que la lucha obrera es nacional por su forma,
pero internacional por su contenido. De ahí que sea imprescindible para la
causa socialista la unidad internacional de los trabajadores.
En
el esfuerzo por desenmascarar los intentos de subordinar políticamente a los
trabajadores, el Manifiesto incluye un apartado dedicado a denunciar
varios falsos socialismos. Señala un “socialismo feudal” que pretende ganar
para su defensa a sectores de los trabajadores, alertando que “nada más fácil
que dar al ascetismo cristiano un barniz socialista”; un “socialismo
pequeñoburgués” que pretende defender a los pequeños productores y el régimen
tradicional de propiedad que está siendo superado por el capitalismo; un
“socialismo alemán” que califica de “fantasía filosófica” por pretender
defender los intereses del ser humano en general sin reconocer su división en
clases. E incluso un “socialismo burgués”, que “desea mitigar las injusticias
sociales, para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa”.
Claramente
estas doctrinas, que guardan puntos de contacto con los reformismos
contemporáneos, no son otra cosa que el intento de sectores de las clases
dominantes de profundizar su influencia sobre la clase trabajadora e impedir
que desarrolle una política independiente.
Independencia
política no es sinónimo de sectarismo, de abstención de participar en la lucha
por conquistas parciales o reformas, ni implica negar la posibilidad de
alianzas con otros sectores oprimidos como el campesinado, o incluso alianzas
temporales y acotadas a objetivos específicos con sectores de la burguesía. Lo
que implica es que estas alianzas se desarrollen sin rebajar el programa
político obrero. Recordemos cómo en su Crítica del Programa de Gotha,
Marx denuncia el oportunismo de Lasalle al silenciar toda crítica a los
terratenientes y capitular al Estado burgués prusiano (Marx, Crítica del Programa de
Gotha, 2000) .
En
sus Acotaciones al libro de Bakunin El Estado y la Anarquía, Marx
responde a las caricaturizaciones del anarquista ruso, que endilga al marxismo
la intención de oprimir a “la plebe campesina”. Dice Marx que “(El)
proletariado… tiene que adoptar como gobierno medidas encaminadas a mejorar
inmediatamente la situación del campesino y que, por tanto, le ganen para la
revolución; medidas que lleven ya en germen el tránsito de la propiedad privada
sobre el suelo a la propiedad colectiva y que suavicen este tránsito, de modo
que el campesino vaya a él impulsado por móviles económicos; pero no debe
acorralar al campesino, proclamando, por ejemplo, la abolición del derecho de
herencia o la anulación de su propiedad: esto último sólo es posible allí donde
el arrendatario capitalista ha desplazado al campesino y el verdadero labrador
es tan proletario, tan obrero asalariado como el obrero de la ciudad y donde,
por tanto, tiene directamente… los mismos intereses que éste” (Marx, 2002).
Marx no deja en ese texto de advertir contra el error de “fortalecer el régimen
de propiedad parcelaria, agrandando las parcelas por la simple anexión de las
grandes fincas a las tierras de los campesinos”, contenido en la propuesta de
Bakunin.
La
Circular al Comité Central de la Liga de los Comunistas de 1850, fue
escrita por Marx dos años después del Manifiesto. Allí se resumen lecciones
políticas de la revolución alemana y se desarrolla una orientación para la
clase trabajadora ante la pequeña burguesía “democrática”, una oposición con un
discurso radicalizado que busca el apoyo proletario. Lo citaremos extensamente
por retratar genialmente un método para la intervención política desde la
perspectiva de la independencia de clase. Sobre este “partido democrático”,
Marx advierte que “se llaman a sí mismos rojos y socialdemócratas, porque
tienen el piadoso deseo de remover la presión del gran capital sobre el más
pequeño y la que la gran burguesía ejerce respecto de la pequeña… La clase
trabajadora revolucionaria actúa de acuerdo con ese partido mientras se trata
de luchar y abolir la coalición aristocrático-liberal; en todas las demás
cuestiones, la clase trabajadora revolucionaria necesita actuar
independientemente. La pequeña burguesía democrática está muy lejos de desear
la transformación de toda la sociedad; su finalidad tiende únicamente a
producir los cambios en las condiciones sociales que puedan hacer su vida en la
sociedad actual más confortable y provechosa… En concreto: aspiran a corromper
a la clase trabajadora con la tranquilidad, y así adormecer su espíritu
revolucionario con concesiones y comodidades pasajeras. Las peticiones
democráticas no pueden satisfacer nunca al partido del proletariado. Mientras
la democrática pequeña burguesía desearía que la revolución terminase tan
pronto ha visto sus aspiraciones más o menos satisfechas, nuestro interés y
nuestro deber es hacer la revolución permanente, mantenerla en marcha hasta que
todas las clases poseedoras y dominantes sean desprovistas de su poder, hasta
que la maquinaria gubernamental sea ocupada por el proletariado y la
organización de la clase trabajadora de todos los países esté tan adelantada
que toda rivalidad y competencia entre ella misma haya cesado y hasta que las
más importantes fuerzas de producción estén en las manos del proletariado. Para
nosotros no es cuestión reformar la propiedad privada, sino abolirla; paliar
los antagonismos de clase, sino abolir las clases; mejorar la sociedad
existente, sino establecer una nueva… ellos tratarán de convertir al
proletariado en una organización de partido en el cual predominen las frases
generales social-demócratas, tras del cual sus intereses particulares estén
escondidos y en el que las particulares demandas proletarias no deban, en
interés de la concordia y de la paz, pasar a un primer plano… Durante la lucha
y después de ella, los trabajadores necesitan utilizar todas las oportunidades
para presentar sus propias demandas separadas de las de los demócratas
burgueses… Fuera del Gobierno oficial constituirán un Gobierno revolucionario
de los trabajadores en forma de Consejos ejecutivos locales o comunales, Clubs
obreros o Comités de trabajadores; de tal manera, que el Gobierno democrático
burgués, no solamente pierda todo apoyo entre los proletarios, sino que desde
el principio se encuentre bajo la vigilancia y la amenaza de autoridades tras
de las cuales se halla la masa entera de la clase trabajadora… Destrucción de
la influencia de la democracia burguesa sobre los trabajadores; inmediata,
independiente y armada organización de los obreros, y la exigencia de las más
molestas y comprometedoras concesiones de la burguesía democrática, cuyo
triunfo es por ahora inevitable, son los principales puntos que el
proletariado, y por tanto la Liga, tienen que mantener en primer término… No
deben desorientarse y abandonar su trabajo por la consideración de que
dividiendo los votos demócratas ayudan a los partidos reaccionarios. Tal
argumento se aduce para engañar al proletariado. El avance que el partido
proletario puede hacer con su actitud independiente es infinitamente más
importante que la desventaja que resulta de tener unos reaccionarios más en la
representación nacional… (los trabajadores) necesitarán ser conscientes de sus
intereses de clase y adoptar la posición de un partido independiente. No deben
ser apartados de su línea de independencia proletaria por la hipocresía de la
pequeña burguesía democrática. Su grito de guerra debe ser: La Revolución
permanente” (Marx, Circular del Comité
Central a la Liga Comunista, 1999) .
Este
método de enfrentamiento permanente, incluso durante la unidad de acción, con
aliados coyunturales de una clase antagónica, no guarda la menor relación con
la tradición de la mayoría de los partidos autodenominados de izquierda, muchos
de los cuales incluso se reclaman “marxistas”, que han elevado al rango de
estrategia los bloques y alianzas de largo plazo con sectores de la burguesía,
e incluso el apoyo a gobiernos burgueses “progresistas”. ¡Cuántas veces a
nombre del “marxismo” no se chantajea a los trabajadores con que deben posponer
sus luchas y apoyar a gobiernos burgueses o votar por el “mal menor” burgués!
Durante
el siglo XX, la socialdemocracia europea experimentó una degradación e
involución política que la llevó a la adaptación total al régimen capitalista e
incluso al apoyo a guerras e invasiones imperialistas. En la década de 1930 se
consolida en la Unión Soviética una corriente reformista que apuesta a una
revolución por etapas, esquema según el cual la clase trabajadora debe apoyar
durante décadas a gobiernos burgueses para que desarrollen el capitalismo hasta
alcanzar la “madurez” necesaria para poder vislumbrar tareas socialistas. Hoy
en Latinoamérica las organizaciones que reivindican esa tradición estalinista
siguen recetando los mismos “frentes populares” permanentes con partidos
burgueses y brindan su apoyo al llamado “socialismo del siglo XXI” chavista (Rodríguez Porras, El apoyo del
PCV a Maduro y el etapismo, 2018) , un pseudosocialismo
burgués en el que las transnacionales como Chevron y Barrick Gold saquean el
petróleo y los minerales de Venezuela pagando salarios de semiesclavitud de
menos de 5 dólares mensuales, en condiciones laborales aberrantes que han sido
posibilitadas por una brutal represión contra la clase trabajadora. Resulta
insólito que semejante régimen que asesina obreros, desaparece luchadores de
izquierda y entrega tierras indígenas a las transnacionales imperialistas,
tenga apoyo entre sectores que se reclaman marxistas (Equipo de Documentación de AIVEN, 2018; Rodríguez Porras
& Sorans, 2018).
Muchas
veces estas posiciones oportunistas y reformistas se intentan justificar desde
un profundo escepticismo hacia las posibilidades de desarrollo político
independiente de la clase trabajadora. Los pronósticos más sombríos se
autorrealizan cuando la clase trabajadora es llevada a remolque de esos
proyectos burgueses falsamente progresistas, que al hundirse enlodan la causa
del socialismo. Lo cierto es que hay un amplio espacio para la reconstrucción
de alternativas revolucionarias, si es sobre los cimientos de la independencia
política. Estamos en un mundo capitalista que no supera sus crisis cíclicas,
que es incapaz de ofrecer perspectivas alentadoras a la enorme mayoría de
explotados y oprimidos, donde la polarización y desigualdad social es cada vez mayor
y donde las catástrofes ambientales, las guerras de tierra arrasada como la que
lleva a cabo la dictadura siria, el ascenso de gobiernos violentamente racistas
y xenófobos en Europa y EE.UU., desmienten la noción de que el capitalismo se
desarrolla de forma estable e incontestada. Creemos que el optimismo militante
de las nuevas generaciones pondrá en movimiento a las organizaciones y los
programas revolucionarios que permitan avanzar hacia esa vieja aspiración de
que la clase trabajadora sea artífice de su propia emancipación.
Referencias
Equipo de Documentación de AIVEN. (23 de Febrero de 2018). Alcedo
Mora: A 3 años de su desaparición forzada, todavía no hay respuestas.
Recuperado el 27 de Abril de 2020, de Amnistía Internacional Venezuela:
https://www.amnistia.org/ve/blog/2018/02/5013/alcedo-mora-a-3-anos-desde-su-desaparicion-forzada-todavia-no-hay-respuestas
Marx, K. (1 de Julio de 1999). Circular del Comité
Central a la Liga Comunista. Recuperado el 27 de Abril de 2020, de Marxists.org:
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/50_circ.htm
Marx, K. (1999). Manifiesto del Partido Comunista.
Recuperado el 27 de Abril de 2020, de Marxists.org:
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
Marx, K. (Abril de 2000). Crítica del Programa de Gotha.
Recuperado el 27 de Abril de 2020, de Marxists.org:
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gothai.htm
Marx, K. (Enero de 2000). Estatutos Generales de la
Asociación Internacional de los Trabajadores. Recuperado el 27 de Abril
de 2020, de Marxists.org:
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/1864-est.htm
Marx, K. (2002). Acotaciones al libro de Bakunin.
Recuperado el 27 de Abril de 2020, de Marxists.org:
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/aald74s.htm
Rodríguez Porras, S. (7 de Marzo de 2018). El apoyo del
PCV a Maduro y el etapismo. Recuperado el 27 de Abril de 2020, de
Contraluz:
http://simonrodriguezporras.blogspot.com/2018/03/el-apoyo-del-pcv-maduro-y-el-etapismo.html
Rodríguez Porras, S., & Sorans, M. (2018). ¿Por qué
fracasó el chavismo? Buenos Aires: CEHuS.
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