La noche del 27 de noviembre del 2008, exactamente un año después
de las históricas elecciones de la UNT-Aragua, el movimiento obrero y el
clasismo, así como la lucha de los trotskistas de la UIT-CI por construir una
dirección política revolucionaria, recibieron un golpe muy importante cuando un
sicario asesinó a balazos a Richard Gallardo, Luis Hernández y Carlos Requena en
un restaurant de La Encrucijada de Cagua, en Aragua.
Los tres dirigentes obreros habían estado todo el día
apoyando la lucha de los 400 trabajadores de la multinacional colombiana Alpina,
procesadora de lácteos. La patronal les había rebajado la bonificación de fin
de año y amenazaba con cerrar la planta si no era destituida la dirección del
sindicato de empresa. Ante estos atropellos, los trabajadores ocuparon las
instalaciones de la fábrica. Alrededor de las 13:30, la policía regional
irrumpió en el interior de la planta y arremetió brutalmente contra los
trabajadores, hiriendo a cuatro de ellos. Pese a este intento de desalojo, la
planta fue recuperada por los trabajadores, con apoyo de la población de Villa
de Cura, convocada por Luis Hernández. Unas horas más tarde fue asesinado junto
a sus dos compañeros.
Al día siguiente de la masacre grandes protestas obreras
cruzaron Aragua con la paralización de tareas, asambleas generales en todas las
empresas y barrios populares. Hubo 17 concentraciones en distintas ciudades del
estado, con grandes retratos de los compañeros asesinados, reclamando celeridad
y transparencia en la investigación y castigar ejemplarmente a los responsables
del crimen.
Centenares de trabajadores y pobladores humildes se
congregaron el sábado 29 para rendir homenaje y dar el último saludo a los dirigentes
obreros asesinados. Fueron tres entierros casi simultáneos. En Villa de Cura
fue masiva la presencia para despedir a Luis Hernández. En el lugar del velorio
había dos cuadras llenas de gente y se hacía cola para entrar a la sala. Luego
el cortejo fúnebre se transformó en marcha hacia el cementerio municipal de
Zamora. Eran los mismos pobladores y trabajadores que casi tomaron la ciudad en
repudio al crimen. Las escenas de dolor y rabia contenida se repitieron en el
entierro de Carlos Requena y Richard Gallardo, en Maracay. Familiares, amigos y
trabajadores se congregaron para despedir a Requena en el cementerio. Un
compañero dio las palabras de homenaje y despedida en medio de un caluroso
aplauso.
A la hora de despedir a Richard, los trabajadores decidieron
llevar a hombros el ataúd y hacer una marcha por las calles de Maracay hasta la
Plaza Bolívar. El cortejo se hizo con música de Alí Primera, cantante popular
de Venezuela, y su famosa canción “Los que mueren por la vida”. También se
corearon consignas como ¡Richard vive!, ¡Justicia, justicia!, y ¡Unete, Unete! Frente
a la casa de gobierno se hizo un acto en homenaje a Richard, Luis y Carlos. Hablaron,
entre otros, dirigentes de la UNT de Aragua, Orlando Chirino, José Bodas por
los petroleros de Anzoátegui; Miguel Sorans por la UIT e Izquierda Socialista
de Argentina y un dirigente de Conlutas de Brasil.
Intentando restar fuerza a la huelga regional convocada para
el 2 de diciembre, Chávez viajó a Maracay y dio un discurso en el que aseguró
que el crimen sería investigado, se “nacionalizaría” Sanitarios Maracay y la
policía de Aragua sería depurada. Ninguno de los anuncios fue honrado, pero
tampoco sirvieron para restar fuerza a la huelga convocada por la UNT-Aragua, acompañada
por decenas de cortes de carreteras. Ese mismo día, apenas horas después de
acordar con las autoridades conformar una comisión investigadora con la
participación de familiares de las víctimas y organizaciones sindicales, el
ministro del Interior, Tareck El Aissami, quien en el 2017 sería nombrado
vicepresidente de Maduro, aseguraba que el móvil del asesinato era el “ajuste
de cuentas” y acusaba a un trabajador de Pepsi Cola que se encontraba en la
fábrica al momento del crimen.
En realidad las principales sospechas recaían en el propio gobierno.
El 23 de noviembre, un grupo armado ligado a Aldo Lovera, el alcalde electo de
Villa de Cura, había disparado y proferido amenazas frente a la planta de la
Pepsi Cola. Tomás Pérez, líder de una mafia sindical “bolivariana” de la
construcción y principal sospechoso de la autoría intelectual del crimen, nunca
fue investigado y apareció el 23 de mayo de 2010 en el programa de televisión
Aló Presidente moderado por el propio Chávez. Menos de un mes antes de esa
aparición, el 25 de abril, otro dirigente de C-cura, Jerry Díaz de la empresa
Manpa, había sido asesinado por un sicario. Previo a la Masacre de La Encrucijada,
la burocracia sindical chavista había asesinado a tres luchadores de la
corriente clasista, Luis Delgado, Ramiro Ponce y Esdrás Vázquez, para garantizarse
el control sindical de la construcción del ferrocarril Encrucijada-Puerto
Cabello.
Además de los ocho dirigentes de C-cura asesinados por
sicarios, otros dirigentes combativos como Argenis Vázquez de Toyota, en la
ciudad oriental de Cumaná, también habían caído víctimas del sicariato
“bolivariano”. Pero el 1° de agosto de 2010, el presidente aseguró en su
columna de opinión Las líneas de Chávez que “en la Venezuela bolivariana no
tenemos sindicalistas asesinados”. Una muestra más del compromiso oficial al más
alto nivel con esa política asesina.
La pérdida fue terrible. Richard Gallardo era un dirigente fundamental.
Había iniciado su trayectoria política en la década del 80 como obrero textil y
militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Se había convertido
en dirigente sindical de la empresa Flexilon, donde los trotskistas habían
derrotado a la burocracia sindical adeca y sus bandas armadas. Había estado al
frente de las principales luchas obreras y de la construcción de la UNT-Aragua,
la única federación regional de la central que realizó elecciones y dos
congresos. Luis Hernández había encabezado una famosa toma de la planta de
Pepsi Cola en el año 2003, una huelga triunfante que impidió que se realizaran
que impidió que se realizaran despidos masivos y que figuró en las agencias de
noticias internacionales, y además de dirigir ese sindicato era un destacado dirigente
comunitario. Carlos Requena era un joven obrero de la empresa Produvisa y
delegado de prevención. Los tres eran cuadros obreros excepcionales tanto de la
UNT-Aragua como de C-cura y de la corriente internacional de la UIT-CI, que
impulsaba por entonces la construcción de la USI.
*Extracto del libro ¿Por qué fracasó el chavismo?, de Simón Rodríguez Porras y Miguel Sorans. Páginas 109 a 112. Editorial CEHuS.
Comentarios
Publicar un comentario