Entrevista de Natalia Moraes para http://medium.com/salutar
Natalia: En primer lugar, agradezco su disposición a responder a dudas de brasileños. La posibilidad de entrar en contacto con los principales involucrados en los sucesos es enriquecedora. La primera pregunta es para presentarse y contextualizar, también para cuidar de no caer en generalizaciones, a fin de cuentas estoy conversando con dos venezolanos específicos. Entonces, ¿de dónde es usted? ¿Cuáles son las peculiaridades regionales de este lugar que los brasileños probablemente no conocen? Siendo que construimos nuestras preferencias políticas a partir de las experiencias en el lugar en que vivimos, ¿cómo se identifica usted dentro del espectro político, económico y social? ¿Participa de algún movimiento u organización?
Simón: Te agradezco por el esfuerzo que haces por hacer llegar a lectores brasileños la voz y la perspectiva de sectores de una oposición de izquierda que ha sido perseguida, criminalizada y es poco conocida fuera de Venezuela. En mi caso formo parte del Partido Socialismo y Libertad, organización marxista con una importante estructuración sindical y que tuvo legalidad electoral hasta el año 2016, cuando la mayoría de los partidos fueron privados de su personería electoral. Inicié mi activismo en el movimiento estudiantil, presidí un centro de estudiantes en la Escuela de Música de la Universidad de los Andes y posteriormente me he desempeñado como docente universitario, he trabajado en medios alternativos como la ya extinta Radio Ecos y fui parte del equipo fundador de la página web Laclase.info. Soy coautor del libro “¿Por qué fracasó el chavismo? Un balance desde la oposición de izquierda”, que se ha traducido al inglés y próximamente al portugués por parte de compañeros de la Corriente Socialista de los Trabajadores, corriente interna del PSOL brasileño. Otros compañeros de nuestra organización son, por ejemplo, el secretario general de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela, José Bodas; también el veterano dirigente obrero Orlando Chirino, candidato presidencial por nuestro partido en 2012. Mérida es una pequeña ciudad andina, de unos cuatrocientos mil habitantes, ubicada a unos 1600 metros sobre el nivel del mar, sobre una meseta rodeada por picos de hasta cinco mil metros de altura. La Universidad de los Andes contó con unos 35 mil estudiantes en sus mejores tiempos, pero debido a la crisis esta cifra se ha reducido a la mitad en los últimos cuatro años. Para hacerse una idea del recorte presupuestario aplicado a la universidad, la Facultad de Arte actualmente tiene una asignación para gastos de funcionamiento de menos de 5 dólares para todo el año. Es también una región de vocación agrícola. Durante dieciséis años la gobernación de Mérida estuvo en manos del chavismo. Pero hacia el año 2009 se dieron las primeras protestas masivas contra el chavismo, ante un severo racionamiento eléctrico que el gobierno aplicó al interior del país. En 2014 y 2017 Mérida fue uno de los puntos en los que se radicalizaron más las protestas populares contra el gobierno, ya en plena crisis económica. La represión ha sido muy grande y ha afectado a la izquierda, con casos como el de la desaparición forzada del luchador social Alcedo Mora y los hermanos Vergel, en febrero de 2015. Hasta la fecha el gobierno se ha negado a investigar y familiares de las víctimas culpan a los servicios de inteligencia por el crimen.
¿Las cuestiones centrales para entender a la Venezuela actual son el petróleo y el imperialismo, como viene planteando la izquierda internacional? Para usted, ¿cuáles son los marcos esenciales para entender la coyuntura que son desconocidos o ignorados?
S: Maduro es odiado por la mayoría del pueblo por haber aplicado el ajuste económico más brutal de nuestra historia, sometiendo al hambre y la miseria a millones de personas, mientras la burguesía chavista vive en una opulencia impúdica. Este desastre no es consecuencia de políticas “socialistas”, sino de haber llevado al extremo las distorsiones propias de una economía capitalista semicolonial en la que todo gira en torno a la apropiación de la renta petrolera. Y que para mantenerse en el poder pese a tener un repudio mayoritario, Maduro ha recurrido cada vez más a la represión de los sectores obreros y populares que en una primera etapa fueron la base social del chavismo. Eso es lo fundamental que hay que entender. Indudablemente la cuestión del imperialismo es muy importante, aunque en un sentido diametralmente opuesto al que suponen quienes creen que Venezuela es un país en tránsito al socialismo o con un gobierno antiimperialista. Venezuela participa en la economía capitalista mundial desde una posición subalterna como proveedor de materias primas, sobre todo hidrocarburos, cuya explotación es llevada a cabo bajo un esquema de empresas mixtas con transnacionales estadounidenses, rusas, chinas y de la Unión Europea. La empresa extranjera con mayor inserción en la industria petrolera venezolana es la yanqui Chevron. Y en cuanto a las pretensiones “antiimperialistas” de Maduro, basta recordar que en enero de 2017 la empresa Citgo, propiedad del Estado venezolano, fue uno de los mayores donantes al acto de toma de posesión de Donald Trump. El gobierno de Maduro no defiende la soberanía ni los recursos naturales. Aplicando el plan de gobierno de Chávez llamado “Plan de la Patria”, ha entregado más de cien mil kilómetros cuadrados de territorio a transnacionales para la explotación del oro, el coltán y otros minerales, uno de los planes de saqueo y depredación más ambiciosos en la historia de nuestro país. Entonces para el imperialismo no se trata de meter mano a los recursos venezolanos, ya lo hace bajo el chavismo, pero sí de garantizar la continuidad del saqueo. ¿Por qué el chavismo asumió un discurso socialista si ni siquiera adoptó medidas democráticas modestas, como superar el latifundio improductivo, o nacionalizar la industria petrolera para invertir la renta en el desarrollo agrario e industrial del país? Claramente esta radicalización discursiva responde al contexto en el cual llega el chavismo al poder, representando la ruptura con los partidos del statu quo. La derrota por la vía de la movilización popular del golpe de Estado apoyado por Bush en 2002 es un hecho inédito que muestra la vigencia de un proceso revolucionario abierto desde El Caracazo de 1989. Había grandes expectativas de justicia social y participación democrática en el movimiento obrero y popular. El gobierno adaptó su discurso a esas exigencias, mientras en los hechos impulsaba una política de represión y cooptación para corporativizar los sindicatos y las organizaciones populares, lo que a la larga le permitió propinarle grandes derrotas a la clase trabajadora y desarticular la organización popular. Ello explica en última instancia cómo Maduro logró reducir los salarios a menos de diez dólares mensuales e imponer condiciones laborales de semiesclavitud. Pese a la penetración de capitales rusos y chinos, EEUU siguió siendo hasta el año 2018 el mayor destino de exportaciones venezolanas y la primera fuente de nuestras importaciones. De tal manera que Venezuela nunca ha dejado de estar dentro de la esfera de influencia de la mayor potencia imperialista. Además de la implicación directa de Bush en el golpe de 2002, EEUU siempre mantuvo una relación estrecha con la oposición de derecha. La debacle del chavismo en los últimos años generó para el gobierno de EEUU una oportunidad de intervención y ella se ha concretado en enero de este año con el reconocimiento de Guaidó como presidente interino, las sanciones petroleras, que tendrán un efecto devastador sobre una economía ya arruinada, y las amenazas de invasión planteadas por Trump, Bolton y el Comando Sur. Por eso, sin brindar ningún apoyo al gobierno de Maduro, rechazamos toda la demagogia “humanitaria” de EEUU y nos oponemos a su injerencia que no persigue objetivos “democráticos”, sino meramente imponer un gobierno títere.
¿Venezuela vive en democracia? A mi parecer, la defensa de esta plena democracia y de que Maduro responde por la soberanía popular se plantea principalmente desde la premisa de que la elección de Maduro fue legítima. ¿Qué fue lo que ocurrió en ese proceso?
S: Lo primero que corresponde es hacer una aclaración sobre la perspectiva marxista en la que nos ubicamos, nosotros distinguimos entre legalidad y legitimidad. No concedemos legitimidad a aquellos gobiernos que sostienen un sistema económico y social injusto, basado en la explotación, intrínsecamente antidemocrático. Independientemente de cómo hayan accedido al poder. Dicho esto, es importante considerar la fisonomía del régimen, que se define a sí mismo como cívico-militar. Luego de perder el 66% de los escaños del parlamento (la Asamblea Nacional, AN) en 2015, el gobierno anuló todas las funciones parlamentarias y suspendió las garantías constitucionales. Reprimió brutalmente las protestas populares del año 2017 y aplicó juicios militares a civiles por protestar o por participar en saqueos de alimentos. Impuso una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) con el 100% de diputados miembros del oficialista PSUV. Todo ello contando con el apoyo militar. Los militares, muchos de ellos formados en la Escuela de las Américas, encabezan ministerios, controlan PDVSA, tienen un canal de televisión, una docena de empresas entre las que se destaca una empresa minera, además de que controlan la red estatal de distribución de alimentos, los puertos y las fronteras. Mantienen grandes negociados con las compras de armamento, controlan el contrabando de gasolina hacia Colombia, Brasil y el Caribe, un lucrativo negocio ya que en Venezuela es la más barata del mundo. En virtud de esos intereses, y no de una supuesta condición “patriótica” ni mucho menos “socialista” es que los militares mantienen a Maduro en el poder, avalando las elecciones fraudulentas de 2017 y 2018, en las cuales la mayoría de los partidos opositores fueron excluidos. El de Maduro es un régimen dictatorial que se ha apartado de la propia constitución aprobada por el chavismo en 1999. Tiene decenas de presos políticos obreros como el dirigente sindical Rubén González o el trabajador Rodney Álvarez, que lleva siete años y medio preso sin haber sido condenado ni enjuiciado.
Tenemos en el imaginario una división del poder en la sociedad que, al menos en teoría, debe garantizar la independencia dela tríada ejecutivo, legislativo y justicia, para impedir el totalitarismo. ¿Cómo es la división de poderes en Venezuela?
S: Esa concepción liberal, sometida al examen de los hechos, no refleja otra cosa que una división de tareas en el Estado burgués, para que sirva óptimamente a los fines de la dominación de clase. O sea que no es en sí equivalente o garantía de democracia política. En el caso de Venezuela, la casta cívico-militar controla todos los poderes, desde el punto de vista formal incluso concentra las funciones ejecutiva, legislativa, judicial y electoral en la ANC. Pero lo más importante es al servicio de quién gobierna. Esa concentración del poder en Venezuela está al servicio del saqueo del petróleo por parte de las transnacionales, de imponer salarios de miseria, de perseguir toda disidencia, de alimentar los negocios de la burguesía chavista.
¿Un partido de izquierda independiente como el de ustedes se encuentra amenazado en la coyuntura? ¿Sufren la reacción de alguna izquierda que piensa que deberían defender a Maduro y al chavismo con uñas y dientes?
S: Nuestra organización ha sufrido a lo largo de estos años el asesinato de ocho militantes obreros a manos de mafias sindicales del gobierno, detenciones, despidos, pero ni los golpes sufridos ni las amenazas o la proscripción electoral nos han desviado de nuestra posición como socialistas. Entonces mucho menos lo lograrán las calumnias o ataques de esa izquierda oportunista que apoya a Maduro dando la espalda al pueblo trabajador venezolano. Nosotros defendemos la necesidad de una salida obrera y popular independiente a la crisis. Que sea la mayoría trabajadora la que se organice de forma autónoma para ajustar cuentas con el gobierno y tomar su destino en sus propias manos. En ese sentido consideramos que la huelga general es una herramienta muy poderosa para al mismo tiempo poner fin al régimen cívico-militar, derrotar la intervención imperialista y recuperar muchas de las conquistas perdidas en estos años, levantando un programa económico y social que exprese las aspiraciones de las mayorías empobrecidas.
Juan Guaidó surgió ante los ojos del mundo con una mano en la constitución reivindicándose presidente interino de Venezuela dadas las violaciones cometidas por Maduro. ¿Es considerado golpista por los venezolanos? ¿Cómo las personas se dividen respecto de su legitimidad o ilegitimidad?
S: Guaidó era un diputado desconocido para la enorme mayoría de los venezolanos hasta que asumió la presidencia de la Asamblea Nacional. Y cuando se proclamó presidente interino suscitó expectativas en importantes sectores de la población, para los cuales este diputado representaba una posibilidad de salir de Maduro. Su autoproclamación debe entenderse como un acto político. Su base legal es muy débil, según la constitución el presidente interino tiene por única tarea organizar una elección presidencial a realizarse en menos de 30 días, cosa que obviamente no va a hacer. La línea de Guaidó consiste en apoyarse en el “reconocimiento” de EEUU, la Unión Europea y gobiernos de derecha y centroderecha latinoamericanos, en las sanciones económicas de Trump, y en la amenaza de invasión militar. El propio Guaidó ha dicho que la posibilidad de una agresión militar está “sobre la mesa” y un grupo de jueces opositores en el exilio incluso han “autorizado” una agresión militar “humanitaria”. Declaraciones criminales que repudiamos totalmente y que demuestran el carácter totalmente subordinado a Trump que juegan estos políticos. La oposición de derecha también promueve que los militares chavistas den un golpe, intentando sobornarlos con una amnistía para delitos de corrupción, violación de derechos humanos y delitos tributarios. El programa llamadoPlan País es un compendio de medidas privatizadoras y de ajuste. A todo ello se suma una clara vocación desmovilizadora, evidenciada cuando dirigentes de esa oposición derechista critican las protestas violentas de los barrios entre el 21 y el 28 de enero, alegando que fueron protagonizadas por “malandros” o “chavistas infiltrados”, cuando en realidad fueron heroicas jornadas de lucha popular cuya represión militar costó más de 30 muertos. El discurso de Guaidó apunta a que la presión externa, las sanciones económicas y un golpe o una agresión militar extranjera produzcan lo que él llama “el cese de la usurpación”. En esa narrativa fantasiosa, se supone que los golpistas o invasores benefactores permitirán la autodeterminación popular en elecciones “libres”, ocultando cínicamente las implicaciones antidemocráticas de una transición controlada por militares o invasores. De conjunto la política de Guaidó es una política reaccionaria que rechazamos totalmente, tanto por sus medios como por sus fines. No son los militares o el gobierno de EEUU quiénes deben decidir quién gobierna en Venezuela, eso solo le corresponde al pueblo venezolano.
¿Usted considera que las denuncias de abuso contra el gobierno de Maduro son deliberadamente desconocidas o silenciadas? ¿A quién le interesa el desconocimiento de la historia y la vida de los venezolanos?
S: Por un lado está el ocultamiento por parte del gobierno y sus aliados de toda denuncia de la represión contra los sectores populares. Las acciones represivas no se mencionan o se justifican dentro de un discurso según el cual las víctimas en realidad son agentes de la derecha o el imperialismo. Esto es parte de la propaganda de guerra que el gobierno usa desde hace muchos años. Pero también la derecha opositora, los gobiernos y los grandes medios internacionales ocultan sistemáticamente a aquellas víctimas que no son funcionales a su agenda y su discurso. Muy poco se habla de los presos políticos obreros, casi nada acerca de las luchas indígenas, muy radicalizadas, la lucha contra el saqueo del Arco Minero del Orinoco o la denuncia que hace la izquierda de las consecuencias de haber realizado onerosos pagos de deuda externa a costa del hambre del pueblo. Todo eso se oculta porque no concuerda con la propaganda que adjudica al chavismo un “fracaso del socialismo” o que intenta presentar a la oposición de derecha como la única oposición. ¿Hay actualmente aversión por parte de la población a todo lo referido al socialismo, comunismo y revolución como consecuencia del gobierno de Maduro? S: El gobierno chavista ha logrado embarrar las banderas de la revolución socialista al hacer que se les asocie a la corrupción, la hipocresía, el entreguismo, la represión y el desastre económico actuales. La oposición de derecha y los medios de comunicación privados no pierden oportunidad para reforzar esta falsa noción de que Chávez y Maduro han sido “socialistas”. Y el apoyo oportunista de gran parte de la izquierda latinoamericana al chavismo refuerza el desprestigio del socialismo. La construcción de una izquierda revolucionaria en Venezuela y Latinoamérica depende de su capacidad para deslindarse del chavismo y enfrentarlo consecuentemente.
Mi amigo Julio Batista hace preguntas que hablan por muchos: “¿ Cuáles son las diferencias entre los gobiernos de Chávez y Maduro? ¿Hubo conquistas con el chavismo? ¿En qué se equivocó?”. Hay quienes dicen que Maduro ha destruido el legado chavista.
S: A Chávez se le asocia a una etapa de auge y a Maduro una etapa de decadencia. En realidad se trata de un mismo modelo que ya se encontraba en crisis en los últimos años del gobierno de Chávez, basado en la canalización de la renta petrolera hacia los capitales financieros y mineros transnacionales, así como a una burguesía emergente ligada al aparato estatal; empresas mixtas con transnacionales petroleras y mineras, subsidios a las importaciones, alianza cívico-militar, una corrupción desenfrenada como parte del metabolismo político, y la apuesta a un “capitalismo multipolar” sobre la base de alianzas con regímenes reaccionarios como el de Putin en Rusia, Erdogan en Turquía, la dictadura capitalista de partido único china o la dictadura teocrática de Irán. Gracias a la movilización popular y a los procesos de autoorganización obrera, campesina, indígena, el chavismo se vio obligado a hacer concesiones importantes a través de programas de asistencia social entre los años 2003 y 2007. Sin embargo pronto esos programas de salud, educación, alimentación, mostraron sus limitaciones. Chávez incluso planteó que esos programas competían con conquistas sociales como los contratos colectivos de trabajo de las empresas estatales, al decir en 2009 que él prefería pagar becas a madres que salarios “altos” a los trabajadores. El gobierno desmanteló casi totalmente como parte de su ajuste brutal. Chávez gozó de un gran apoyo popular y de un prestigio personal del que Maduro nunca gozó. Pero incluso ello es en parte consecuencia de mecanismos puestos en marcha durante el gobierno de Chávez, como el culto a la personalidad. Se representó a Chávez como un líder iluminado sin responsabilidad en las políticas erradas de su gobierno; cualquier problema se explicaba por la supuesta incompetencia o mala fe de los ministros, gobernadores, diputados, o alcaldes oficialistas. Una operación ideológica para salvaguardar a la figura bonapartista de los cuestionamientos populares. La represión dio un salto impresionante con Maduro, pero ya durante el gobierno de Chávez se encarcelaba a luchadores indígenas como Sabino Romero, se atacaba con militares a las fábricas ocupadas, se asesinaba con la policía a huelguistas, como la masacre de la Mitsubishi en 2009, que Chávez justificó diciendo que los trabajadores estaban armados, algo que las autoridades nunca comprobaron. La ruptura de masas con el gobierno ya había comenzado durante el gobierno de Chávez, en las elecciones parlamentarias de 2010 la oposición patronal igualó en votos al chavismo. Con Maduro se dio el salto a una dictadura y se anuló el parlamento, aunque la retórica “cívico-militar” ya era parte fundamental de la doctrina chavista y miles de militares habían ocupado altos cargos. El gobierno de Maduro encarna el legado de Chávez. Está constituido por ministros y altos funcionarios que en su enorme mayoría ya formaban parte del gobierno de Chávez. Además de ello, aplica políticas como la entrega del Arco Minero del Orinoco, que están en el programa de gobierno de 2012. Y obviamente la desastrosa gestión de la crisis es la contracara de la época de bonanza que administró Chávez, en la que la corrupción y el saqueo alcanzaron proporciones épicas. Me gustaría saber si Maduro realmente habla por las bases populares y manifiesta sus deseos. Y si usted cree que la atención exclusiva en el movimiento de extrema derecha en el mundo nos impide ver las razones y voluntades de la población. S: El lenguaje que Maduro usa para dialogar con los barrios populares es el de la represión. Desde el año 2015 viene aplicando operativos policiales y militares llamados “Operación Liberación del Pueblo” en los que centenares de personas han sido ejecutadas extrajudicialmente. En un operativo estándar, efectivos con máscaras tácticas de calaveras y armamento de guerra detienen arbitrariamente a todos los jóvenes de la zona, en ocasiones hasta mil jóvenes, se realizan algunas ejecuciones y al cabo de unas horas se libera a la mayoría de los detenidos. Y el gobierno publicita estos operativos fascistoides. En 2014 y 2017 se extendió mucho el uso del paramilitarismo para reprimir las protestas en los barrios, y desde el año pasado ha cobrado notoriedad un cuerpo de operaciones especiales llamado FAES cuya brutalidad es tristemente célebre, y que es el responsable de los ataques a los barrios en enero de este año en los que más de treinta personas fueron asesinadas. Ciertamente hay desconfianza popular hacia la dirigencia opositora de derecha, se les percibe frecuentemente como burgueses ávidos de pactar con el chavismo, pero lo principal es el justificado odio a Maduro. En cuanto a la extrema derecha, aunque está creciendo, parasitando el desastre del chavismo, no es aún significativa. Su principal representante es María Corina Machado, que usa algunas consignas de Thatcher. Las pequeñas sectas de neonazis o partidarios de la dictadura militar de la década de 1950, son totalmente marginales.
Mi otro amigo, Henrique Rufo, presenta las siguientes preguntas: “Es sabido también que las élites que tienen control sobre la importación de algunos productos forzaron a través del sabotaje su escasez, ¿cómo la población que más depende de ellos percibe esta maniobra? ¿Les son explicados los motivos?” Y la segunda parte de la pregunta: “¿Es probable que Venezuela se convierta en un Brasil en el caso de que Guaidog asuma el poder? ¿Pasando a servir en bandeja al Tío Sam?”
S: El gobierno ha creado la leyenda del sabotaje para encubrir su propio ajuste antipopular y el desastre de su modelo capitalista de saqueo. Aún con el barril de petróleo por encima de cien dólares, en 2014, ya se sufría escasez y una creciente inflación. La mayor bonanza petrolera de nuestra historia se dilapidó en una fabulosa fuga de capitales y subsidios a las importaciones que liquidaron la mayor parte de la producción no petrolera. El gobierno entregó más de seis mil millones de dólares a General Motors, por ejemplo, cuya producción actual es prácticamente cero. La fiesta de la corrupción fue verdaderamente salvaje. A partir de 2013, para sostener los pagos de deuda externa a los buitres financieros de Wall Street, el gobierno recurrió a un recorte drástico de la importación de productos esenciales como alimentos y medicinas. Para 2018 ese recorte era mayor al 80%. A ello se sumó el aumento desquiciado de la cantidad de dinero en la economía, alimentando una espiral inflacionaria que desembocaría en la hiperinflación a fines de 2017. La economía se contrajo en esos años a la mitad y la producción petrolera, que era mayor a los tres millones de barriles diarios en 1998, cayó hasta llegar a un millón de barriles diarios este año. Todas esas son consecuencias de la política oficial, no de sabotajes o conspiraciones. Como consecuencia de ello hay escasez de productos, carestía, salarios destruidos. Aunque la mayor parte de las importaciones, al menos hasta 2017, fueron privadas, desde 2003 hasta hoy existe un control de cambio, y es el gobierno quien decide a quién asigna dólares para importaciones, y en qué cantidad. Todos los puertos y aduanas están bajo el control de los militares. Fue el gobierno el que incentivó los fraudes de importación al establecer un precio para el dólar oficial hasta cien veces menor al precio del mercado paralelo. Tanto la sobrefacturación de importaciones en el sector público y privado, como el recorte gubernamental de las importaciones y la caída de la producción nacional, son los factores que explican la escasez, no una conspiración. Los venezolanos vivimos un lock out empresarial y un sabotaje petrolero en 2002–2003, conocemos perfectamente lo que es una política empresarial golpista, y aquella situación no guarda ningún parecido con la crisis actual, cuyo responsable es el gobierno. En cierta medida a partir de las limitaciones al endeudamiento estatal venezolano establecidas en agosto de 2017, y sobre todo después de las sanciones petroleras de enero de este año, se puede hablar con propiedad de una agresión económica externa. Pero ya antes de ello la economía estaba arruinada. En cuanto a la escalada en la injerencia yanqui, que repudiamos totalmente, puede desembocar en un golpe por parte de militares chavistas que rompan con Maduro o incluso en el mediano plazo en una agresión militar por parte de EEUU. El pueblo trabajador que en su absoluta mayoría repudia a Maduro, puede derrotar al régimen cívico-militar por sus propios medios, con una huelga general que logre ganar a la tropa rasa del ejército para que no reprima. De lo contrario, lamentablemente quedaríamos como meros rehenes de la represión dictatorial y del imperialismo, de sus sanciones económicas y su política intervencionista. Por eso apostamos a una salida obrera y popular independiente, es la única manera de evitar una consolidación de la dictadura o que Trump imponga por la fuerza a un gobierno títere
Natalia: En primer lugar, agradezco su disposición a responder a dudas de brasileños. La posibilidad de entrar en contacto con los principales involucrados en los sucesos es enriquecedora. La primera pregunta es para presentarse y contextualizar, también para cuidar de no caer en generalizaciones, a fin de cuentas estoy conversando con dos venezolanos específicos. Entonces, ¿de dónde es usted? ¿Cuáles son las peculiaridades regionales de este lugar que los brasileños probablemente no conocen? Siendo que construimos nuestras preferencias políticas a partir de las experiencias en el lugar en que vivimos, ¿cómo se identifica usted dentro del espectro político, económico y social? ¿Participa de algún movimiento u organización?
Simón: Te agradezco por el esfuerzo que haces por hacer llegar a lectores brasileños la voz y la perspectiva de sectores de una oposición de izquierda que ha sido perseguida, criminalizada y es poco conocida fuera de Venezuela. En mi caso formo parte del Partido Socialismo y Libertad, organización marxista con una importante estructuración sindical y que tuvo legalidad electoral hasta el año 2016, cuando la mayoría de los partidos fueron privados de su personería electoral. Inicié mi activismo en el movimiento estudiantil, presidí un centro de estudiantes en la Escuela de Música de la Universidad de los Andes y posteriormente me he desempeñado como docente universitario, he trabajado en medios alternativos como la ya extinta Radio Ecos y fui parte del equipo fundador de la página web Laclase.info. Soy coautor del libro “¿Por qué fracasó el chavismo? Un balance desde la oposición de izquierda”, que se ha traducido al inglés y próximamente al portugués por parte de compañeros de la Corriente Socialista de los Trabajadores, corriente interna del PSOL brasileño. Otros compañeros de nuestra organización son, por ejemplo, el secretario general de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela, José Bodas; también el veterano dirigente obrero Orlando Chirino, candidato presidencial por nuestro partido en 2012. Mérida es una pequeña ciudad andina, de unos cuatrocientos mil habitantes, ubicada a unos 1600 metros sobre el nivel del mar, sobre una meseta rodeada por picos de hasta cinco mil metros de altura. La Universidad de los Andes contó con unos 35 mil estudiantes en sus mejores tiempos, pero debido a la crisis esta cifra se ha reducido a la mitad en los últimos cuatro años. Para hacerse una idea del recorte presupuestario aplicado a la universidad, la Facultad de Arte actualmente tiene una asignación para gastos de funcionamiento de menos de 5 dólares para todo el año. Es también una región de vocación agrícola. Durante dieciséis años la gobernación de Mérida estuvo en manos del chavismo. Pero hacia el año 2009 se dieron las primeras protestas masivas contra el chavismo, ante un severo racionamiento eléctrico que el gobierno aplicó al interior del país. En 2014 y 2017 Mérida fue uno de los puntos en los que se radicalizaron más las protestas populares contra el gobierno, ya en plena crisis económica. La represión ha sido muy grande y ha afectado a la izquierda, con casos como el de la desaparición forzada del luchador social Alcedo Mora y los hermanos Vergel, en febrero de 2015. Hasta la fecha el gobierno se ha negado a investigar y familiares de las víctimas culpan a los servicios de inteligencia por el crimen.
¿Las cuestiones centrales para entender a la Venezuela actual son el petróleo y el imperialismo, como viene planteando la izquierda internacional? Para usted, ¿cuáles son los marcos esenciales para entender la coyuntura que son desconocidos o ignorados?
S: Maduro es odiado por la mayoría del pueblo por haber aplicado el ajuste económico más brutal de nuestra historia, sometiendo al hambre y la miseria a millones de personas, mientras la burguesía chavista vive en una opulencia impúdica. Este desastre no es consecuencia de políticas “socialistas”, sino de haber llevado al extremo las distorsiones propias de una economía capitalista semicolonial en la que todo gira en torno a la apropiación de la renta petrolera. Y que para mantenerse en el poder pese a tener un repudio mayoritario, Maduro ha recurrido cada vez más a la represión de los sectores obreros y populares que en una primera etapa fueron la base social del chavismo. Eso es lo fundamental que hay que entender. Indudablemente la cuestión del imperialismo es muy importante, aunque en un sentido diametralmente opuesto al que suponen quienes creen que Venezuela es un país en tránsito al socialismo o con un gobierno antiimperialista. Venezuela participa en la economía capitalista mundial desde una posición subalterna como proveedor de materias primas, sobre todo hidrocarburos, cuya explotación es llevada a cabo bajo un esquema de empresas mixtas con transnacionales estadounidenses, rusas, chinas y de la Unión Europea. La empresa extranjera con mayor inserción en la industria petrolera venezolana es la yanqui Chevron. Y en cuanto a las pretensiones “antiimperialistas” de Maduro, basta recordar que en enero de 2017 la empresa Citgo, propiedad del Estado venezolano, fue uno de los mayores donantes al acto de toma de posesión de Donald Trump. El gobierno de Maduro no defiende la soberanía ni los recursos naturales. Aplicando el plan de gobierno de Chávez llamado “Plan de la Patria”, ha entregado más de cien mil kilómetros cuadrados de territorio a transnacionales para la explotación del oro, el coltán y otros minerales, uno de los planes de saqueo y depredación más ambiciosos en la historia de nuestro país. Entonces para el imperialismo no se trata de meter mano a los recursos venezolanos, ya lo hace bajo el chavismo, pero sí de garantizar la continuidad del saqueo. ¿Por qué el chavismo asumió un discurso socialista si ni siquiera adoptó medidas democráticas modestas, como superar el latifundio improductivo, o nacionalizar la industria petrolera para invertir la renta en el desarrollo agrario e industrial del país? Claramente esta radicalización discursiva responde al contexto en el cual llega el chavismo al poder, representando la ruptura con los partidos del statu quo. La derrota por la vía de la movilización popular del golpe de Estado apoyado por Bush en 2002 es un hecho inédito que muestra la vigencia de un proceso revolucionario abierto desde El Caracazo de 1989. Había grandes expectativas de justicia social y participación democrática en el movimiento obrero y popular. El gobierno adaptó su discurso a esas exigencias, mientras en los hechos impulsaba una política de represión y cooptación para corporativizar los sindicatos y las organizaciones populares, lo que a la larga le permitió propinarle grandes derrotas a la clase trabajadora y desarticular la organización popular. Ello explica en última instancia cómo Maduro logró reducir los salarios a menos de diez dólares mensuales e imponer condiciones laborales de semiesclavitud. Pese a la penetración de capitales rusos y chinos, EEUU siguió siendo hasta el año 2018 el mayor destino de exportaciones venezolanas y la primera fuente de nuestras importaciones. De tal manera que Venezuela nunca ha dejado de estar dentro de la esfera de influencia de la mayor potencia imperialista. Además de la implicación directa de Bush en el golpe de 2002, EEUU siempre mantuvo una relación estrecha con la oposición de derecha. La debacle del chavismo en los últimos años generó para el gobierno de EEUU una oportunidad de intervención y ella se ha concretado en enero de este año con el reconocimiento de Guaidó como presidente interino, las sanciones petroleras, que tendrán un efecto devastador sobre una economía ya arruinada, y las amenazas de invasión planteadas por Trump, Bolton y el Comando Sur. Por eso, sin brindar ningún apoyo al gobierno de Maduro, rechazamos toda la demagogia “humanitaria” de EEUU y nos oponemos a su injerencia que no persigue objetivos “democráticos”, sino meramente imponer un gobierno títere.
¿Venezuela vive en democracia? A mi parecer, la defensa de esta plena democracia y de que Maduro responde por la soberanía popular se plantea principalmente desde la premisa de que la elección de Maduro fue legítima. ¿Qué fue lo que ocurrió en ese proceso?
S: Lo primero que corresponde es hacer una aclaración sobre la perspectiva marxista en la que nos ubicamos, nosotros distinguimos entre legalidad y legitimidad. No concedemos legitimidad a aquellos gobiernos que sostienen un sistema económico y social injusto, basado en la explotación, intrínsecamente antidemocrático. Independientemente de cómo hayan accedido al poder. Dicho esto, es importante considerar la fisonomía del régimen, que se define a sí mismo como cívico-militar. Luego de perder el 66% de los escaños del parlamento (la Asamblea Nacional, AN) en 2015, el gobierno anuló todas las funciones parlamentarias y suspendió las garantías constitucionales. Reprimió brutalmente las protestas populares del año 2017 y aplicó juicios militares a civiles por protestar o por participar en saqueos de alimentos. Impuso una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) con el 100% de diputados miembros del oficialista PSUV. Todo ello contando con el apoyo militar. Los militares, muchos de ellos formados en la Escuela de las Américas, encabezan ministerios, controlan PDVSA, tienen un canal de televisión, una docena de empresas entre las que se destaca una empresa minera, además de que controlan la red estatal de distribución de alimentos, los puertos y las fronteras. Mantienen grandes negociados con las compras de armamento, controlan el contrabando de gasolina hacia Colombia, Brasil y el Caribe, un lucrativo negocio ya que en Venezuela es la más barata del mundo. En virtud de esos intereses, y no de una supuesta condición “patriótica” ni mucho menos “socialista” es que los militares mantienen a Maduro en el poder, avalando las elecciones fraudulentas de 2017 y 2018, en las cuales la mayoría de los partidos opositores fueron excluidos. El de Maduro es un régimen dictatorial que se ha apartado de la propia constitución aprobada por el chavismo en 1999. Tiene decenas de presos políticos obreros como el dirigente sindical Rubén González o el trabajador Rodney Álvarez, que lleva siete años y medio preso sin haber sido condenado ni enjuiciado.
Tenemos en el imaginario una división del poder en la sociedad que, al menos en teoría, debe garantizar la independencia dela tríada ejecutivo, legislativo y justicia, para impedir el totalitarismo. ¿Cómo es la división de poderes en Venezuela?
S: Esa concepción liberal, sometida al examen de los hechos, no refleja otra cosa que una división de tareas en el Estado burgués, para que sirva óptimamente a los fines de la dominación de clase. O sea que no es en sí equivalente o garantía de democracia política. En el caso de Venezuela, la casta cívico-militar controla todos los poderes, desde el punto de vista formal incluso concentra las funciones ejecutiva, legislativa, judicial y electoral en la ANC. Pero lo más importante es al servicio de quién gobierna. Esa concentración del poder en Venezuela está al servicio del saqueo del petróleo por parte de las transnacionales, de imponer salarios de miseria, de perseguir toda disidencia, de alimentar los negocios de la burguesía chavista.
¿Un partido de izquierda independiente como el de ustedes se encuentra amenazado en la coyuntura? ¿Sufren la reacción de alguna izquierda que piensa que deberían defender a Maduro y al chavismo con uñas y dientes?
S: Nuestra organización ha sufrido a lo largo de estos años el asesinato de ocho militantes obreros a manos de mafias sindicales del gobierno, detenciones, despidos, pero ni los golpes sufridos ni las amenazas o la proscripción electoral nos han desviado de nuestra posición como socialistas. Entonces mucho menos lo lograrán las calumnias o ataques de esa izquierda oportunista que apoya a Maduro dando la espalda al pueblo trabajador venezolano. Nosotros defendemos la necesidad de una salida obrera y popular independiente a la crisis. Que sea la mayoría trabajadora la que se organice de forma autónoma para ajustar cuentas con el gobierno y tomar su destino en sus propias manos. En ese sentido consideramos que la huelga general es una herramienta muy poderosa para al mismo tiempo poner fin al régimen cívico-militar, derrotar la intervención imperialista y recuperar muchas de las conquistas perdidas en estos años, levantando un programa económico y social que exprese las aspiraciones de las mayorías empobrecidas.
Juan Guaidó surgió ante los ojos del mundo con una mano en la constitución reivindicándose presidente interino de Venezuela dadas las violaciones cometidas por Maduro. ¿Es considerado golpista por los venezolanos? ¿Cómo las personas se dividen respecto de su legitimidad o ilegitimidad?
S: Guaidó era un diputado desconocido para la enorme mayoría de los venezolanos hasta que asumió la presidencia de la Asamblea Nacional. Y cuando se proclamó presidente interino suscitó expectativas en importantes sectores de la población, para los cuales este diputado representaba una posibilidad de salir de Maduro. Su autoproclamación debe entenderse como un acto político. Su base legal es muy débil, según la constitución el presidente interino tiene por única tarea organizar una elección presidencial a realizarse en menos de 30 días, cosa que obviamente no va a hacer. La línea de Guaidó consiste en apoyarse en el “reconocimiento” de EEUU, la Unión Europea y gobiernos de derecha y centroderecha latinoamericanos, en las sanciones económicas de Trump, y en la amenaza de invasión militar. El propio Guaidó ha dicho que la posibilidad de una agresión militar está “sobre la mesa” y un grupo de jueces opositores en el exilio incluso han “autorizado” una agresión militar “humanitaria”. Declaraciones criminales que repudiamos totalmente y que demuestran el carácter totalmente subordinado a Trump que juegan estos políticos. La oposición de derecha también promueve que los militares chavistas den un golpe, intentando sobornarlos con una amnistía para delitos de corrupción, violación de derechos humanos y delitos tributarios. El programa llamadoPlan País es un compendio de medidas privatizadoras y de ajuste. A todo ello se suma una clara vocación desmovilizadora, evidenciada cuando dirigentes de esa oposición derechista critican las protestas violentas de los barrios entre el 21 y el 28 de enero, alegando que fueron protagonizadas por “malandros” o “chavistas infiltrados”, cuando en realidad fueron heroicas jornadas de lucha popular cuya represión militar costó más de 30 muertos. El discurso de Guaidó apunta a que la presión externa, las sanciones económicas y un golpe o una agresión militar extranjera produzcan lo que él llama “el cese de la usurpación”. En esa narrativa fantasiosa, se supone que los golpistas o invasores benefactores permitirán la autodeterminación popular en elecciones “libres”, ocultando cínicamente las implicaciones antidemocráticas de una transición controlada por militares o invasores. De conjunto la política de Guaidó es una política reaccionaria que rechazamos totalmente, tanto por sus medios como por sus fines. No son los militares o el gobierno de EEUU quiénes deben decidir quién gobierna en Venezuela, eso solo le corresponde al pueblo venezolano.
¿Usted considera que las denuncias de abuso contra el gobierno de Maduro son deliberadamente desconocidas o silenciadas? ¿A quién le interesa el desconocimiento de la historia y la vida de los venezolanos?
S: Por un lado está el ocultamiento por parte del gobierno y sus aliados de toda denuncia de la represión contra los sectores populares. Las acciones represivas no se mencionan o se justifican dentro de un discurso según el cual las víctimas en realidad son agentes de la derecha o el imperialismo. Esto es parte de la propaganda de guerra que el gobierno usa desde hace muchos años. Pero también la derecha opositora, los gobiernos y los grandes medios internacionales ocultan sistemáticamente a aquellas víctimas que no son funcionales a su agenda y su discurso. Muy poco se habla de los presos políticos obreros, casi nada acerca de las luchas indígenas, muy radicalizadas, la lucha contra el saqueo del Arco Minero del Orinoco o la denuncia que hace la izquierda de las consecuencias de haber realizado onerosos pagos de deuda externa a costa del hambre del pueblo. Todo eso se oculta porque no concuerda con la propaganda que adjudica al chavismo un “fracaso del socialismo” o que intenta presentar a la oposición de derecha como la única oposición. ¿Hay actualmente aversión por parte de la población a todo lo referido al socialismo, comunismo y revolución como consecuencia del gobierno de Maduro? S: El gobierno chavista ha logrado embarrar las banderas de la revolución socialista al hacer que se les asocie a la corrupción, la hipocresía, el entreguismo, la represión y el desastre económico actuales. La oposición de derecha y los medios de comunicación privados no pierden oportunidad para reforzar esta falsa noción de que Chávez y Maduro han sido “socialistas”. Y el apoyo oportunista de gran parte de la izquierda latinoamericana al chavismo refuerza el desprestigio del socialismo. La construcción de una izquierda revolucionaria en Venezuela y Latinoamérica depende de su capacidad para deslindarse del chavismo y enfrentarlo consecuentemente.
Mi amigo Julio Batista hace preguntas que hablan por muchos: “¿ Cuáles son las diferencias entre los gobiernos de Chávez y Maduro? ¿Hubo conquistas con el chavismo? ¿En qué se equivocó?”. Hay quienes dicen que Maduro ha destruido el legado chavista.
S: A Chávez se le asocia a una etapa de auge y a Maduro una etapa de decadencia. En realidad se trata de un mismo modelo que ya se encontraba en crisis en los últimos años del gobierno de Chávez, basado en la canalización de la renta petrolera hacia los capitales financieros y mineros transnacionales, así como a una burguesía emergente ligada al aparato estatal; empresas mixtas con transnacionales petroleras y mineras, subsidios a las importaciones, alianza cívico-militar, una corrupción desenfrenada como parte del metabolismo político, y la apuesta a un “capitalismo multipolar” sobre la base de alianzas con regímenes reaccionarios como el de Putin en Rusia, Erdogan en Turquía, la dictadura capitalista de partido único china o la dictadura teocrática de Irán. Gracias a la movilización popular y a los procesos de autoorganización obrera, campesina, indígena, el chavismo se vio obligado a hacer concesiones importantes a través de programas de asistencia social entre los años 2003 y 2007. Sin embargo pronto esos programas de salud, educación, alimentación, mostraron sus limitaciones. Chávez incluso planteó que esos programas competían con conquistas sociales como los contratos colectivos de trabajo de las empresas estatales, al decir en 2009 que él prefería pagar becas a madres que salarios “altos” a los trabajadores. El gobierno desmanteló casi totalmente como parte de su ajuste brutal. Chávez gozó de un gran apoyo popular y de un prestigio personal del que Maduro nunca gozó. Pero incluso ello es en parte consecuencia de mecanismos puestos en marcha durante el gobierno de Chávez, como el culto a la personalidad. Se representó a Chávez como un líder iluminado sin responsabilidad en las políticas erradas de su gobierno; cualquier problema se explicaba por la supuesta incompetencia o mala fe de los ministros, gobernadores, diputados, o alcaldes oficialistas. Una operación ideológica para salvaguardar a la figura bonapartista de los cuestionamientos populares. La represión dio un salto impresionante con Maduro, pero ya durante el gobierno de Chávez se encarcelaba a luchadores indígenas como Sabino Romero, se atacaba con militares a las fábricas ocupadas, se asesinaba con la policía a huelguistas, como la masacre de la Mitsubishi en 2009, que Chávez justificó diciendo que los trabajadores estaban armados, algo que las autoridades nunca comprobaron. La ruptura de masas con el gobierno ya había comenzado durante el gobierno de Chávez, en las elecciones parlamentarias de 2010 la oposición patronal igualó en votos al chavismo. Con Maduro se dio el salto a una dictadura y se anuló el parlamento, aunque la retórica “cívico-militar” ya era parte fundamental de la doctrina chavista y miles de militares habían ocupado altos cargos. El gobierno de Maduro encarna el legado de Chávez. Está constituido por ministros y altos funcionarios que en su enorme mayoría ya formaban parte del gobierno de Chávez. Además de ello, aplica políticas como la entrega del Arco Minero del Orinoco, que están en el programa de gobierno de 2012. Y obviamente la desastrosa gestión de la crisis es la contracara de la época de bonanza que administró Chávez, en la que la corrupción y el saqueo alcanzaron proporciones épicas. Me gustaría saber si Maduro realmente habla por las bases populares y manifiesta sus deseos. Y si usted cree que la atención exclusiva en el movimiento de extrema derecha en el mundo nos impide ver las razones y voluntades de la población. S: El lenguaje que Maduro usa para dialogar con los barrios populares es el de la represión. Desde el año 2015 viene aplicando operativos policiales y militares llamados “Operación Liberación del Pueblo” en los que centenares de personas han sido ejecutadas extrajudicialmente. En un operativo estándar, efectivos con máscaras tácticas de calaveras y armamento de guerra detienen arbitrariamente a todos los jóvenes de la zona, en ocasiones hasta mil jóvenes, se realizan algunas ejecuciones y al cabo de unas horas se libera a la mayoría de los detenidos. Y el gobierno publicita estos operativos fascistoides. En 2014 y 2017 se extendió mucho el uso del paramilitarismo para reprimir las protestas en los barrios, y desde el año pasado ha cobrado notoriedad un cuerpo de operaciones especiales llamado FAES cuya brutalidad es tristemente célebre, y que es el responsable de los ataques a los barrios en enero de este año en los que más de treinta personas fueron asesinadas. Ciertamente hay desconfianza popular hacia la dirigencia opositora de derecha, se les percibe frecuentemente como burgueses ávidos de pactar con el chavismo, pero lo principal es el justificado odio a Maduro. En cuanto a la extrema derecha, aunque está creciendo, parasitando el desastre del chavismo, no es aún significativa. Su principal representante es María Corina Machado, que usa algunas consignas de Thatcher. Las pequeñas sectas de neonazis o partidarios de la dictadura militar de la década de 1950, son totalmente marginales.
Mi otro amigo, Henrique Rufo, presenta las siguientes preguntas: “Es sabido también que las élites que tienen control sobre la importación de algunos productos forzaron a través del sabotaje su escasez, ¿cómo la población que más depende de ellos percibe esta maniobra? ¿Les son explicados los motivos?” Y la segunda parte de la pregunta: “¿Es probable que Venezuela se convierta en un Brasil en el caso de que Guaidog asuma el poder? ¿Pasando a servir en bandeja al Tío Sam?”
S: El gobierno ha creado la leyenda del sabotaje para encubrir su propio ajuste antipopular y el desastre de su modelo capitalista de saqueo. Aún con el barril de petróleo por encima de cien dólares, en 2014, ya se sufría escasez y una creciente inflación. La mayor bonanza petrolera de nuestra historia se dilapidó en una fabulosa fuga de capitales y subsidios a las importaciones que liquidaron la mayor parte de la producción no petrolera. El gobierno entregó más de seis mil millones de dólares a General Motors, por ejemplo, cuya producción actual es prácticamente cero. La fiesta de la corrupción fue verdaderamente salvaje. A partir de 2013, para sostener los pagos de deuda externa a los buitres financieros de Wall Street, el gobierno recurrió a un recorte drástico de la importación de productos esenciales como alimentos y medicinas. Para 2018 ese recorte era mayor al 80%. A ello se sumó el aumento desquiciado de la cantidad de dinero en la economía, alimentando una espiral inflacionaria que desembocaría en la hiperinflación a fines de 2017. La economía se contrajo en esos años a la mitad y la producción petrolera, que era mayor a los tres millones de barriles diarios en 1998, cayó hasta llegar a un millón de barriles diarios este año. Todas esas son consecuencias de la política oficial, no de sabotajes o conspiraciones. Como consecuencia de ello hay escasez de productos, carestía, salarios destruidos. Aunque la mayor parte de las importaciones, al menos hasta 2017, fueron privadas, desde 2003 hasta hoy existe un control de cambio, y es el gobierno quien decide a quién asigna dólares para importaciones, y en qué cantidad. Todos los puertos y aduanas están bajo el control de los militares. Fue el gobierno el que incentivó los fraudes de importación al establecer un precio para el dólar oficial hasta cien veces menor al precio del mercado paralelo. Tanto la sobrefacturación de importaciones en el sector público y privado, como el recorte gubernamental de las importaciones y la caída de la producción nacional, son los factores que explican la escasez, no una conspiración. Los venezolanos vivimos un lock out empresarial y un sabotaje petrolero en 2002–2003, conocemos perfectamente lo que es una política empresarial golpista, y aquella situación no guarda ningún parecido con la crisis actual, cuyo responsable es el gobierno. En cierta medida a partir de las limitaciones al endeudamiento estatal venezolano establecidas en agosto de 2017, y sobre todo después de las sanciones petroleras de enero de este año, se puede hablar con propiedad de una agresión económica externa. Pero ya antes de ello la economía estaba arruinada. En cuanto a la escalada en la injerencia yanqui, que repudiamos totalmente, puede desembocar en un golpe por parte de militares chavistas que rompan con Maduro o incluso en el mediano plazo en una agresión militar por parte de EEUU. El pueblo trabajador que en su absoluta mayoría repudia a Maduro, puede derrotar al régimen cívico-militar por sus propios medios, con una huelga general que logre ganar a la tropa rasa del ejército para que no reprima. De lo contrario, lamentablemente quedaríamos como meros rehenes de la represión dictatorial y del imperialismo, de sus sanciones económicas y su política intervencionista. Por eso apostamos a una salida obrera y popular independiente, es la única manera de evitar una consolidación de la dictadura o que Trump imponga por la fuerza a un gobierno títere
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