Simón Rodríguez Porras*
El 28 de enero, reunidos en Washington, Trump y Netanyahu lanzaron
conjuntamente un proyecto de repartición territorial y de una serie de
condiciones políticas, militares y económicas para la resolución del conflicto
israelo-palestino. En los hechos su función no es brindar un punto de partida
para negociaciones con los representantes palestinos, que no estuvieron
presentes en Washington, sino otorgar un aval explícito de EEUU a las
pretensiones históricas del colonialismo israelí. Para derrotar este proyecto,
es urgente fortalecer la solidaridad de los pueblos a la heroica resistencia
del pueblo palestino.
La
aparición conjunta de Trump y Netanyahu intentó anotarle a cada uno un triunfo
simbólico en medio de las coyunturas adversas que atravesaban. Se desarrollaba
un juicio político contra el magnate neoyorquino por haber extorsionado al
gobierno ucraniano, exigiéndole que abriera investigaciones que perjudicaran
electoralmente al precandidato demócrata Biden a cambio de favores diplomáticos
y de ayuda militar. El ultraderechista Netanyahu, por su parte, intentaba levantar
su campaña de cara a la tercera elección parlamentaria en un año, con el lastre
de tres sentencias por corrupción en su contra.
El
texto, con el engañoso rótulo de
“Paz para la prosperidad”, pretende ser la
culminación los acuerdos de Oslo de 1993, que establecieron bases provisionales
para el funcionamiento de una Autoridad Nacional Palestina, y cuya perspectiva
es el establecimiento de dos Estados, Israel y Palestina. En tal sentido, es la
fatal confirmación de todas las previsiones de los críticos de la capitulación
de la dirigencia de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP),
encabezada por Arafat y Abbas. Como explicó el intelectual palestino Edward
Said hace dos décadas, “(El acuerdo de) Oslo estaba pensado para dividir a los
palestinos en enclaves no contiguos, rodeados de fronteras controladas por los
israelíes, con asentamientos y carreteras entre asentamientos salpicando, y
fundamentalmente violando, la integridad de los territorios, con la prosecución
inexorable de expropiaciones y demoliciones de casas (palestinas) y
multiplicación de los asentamientos (sionistas), la continuación de la
ocupación militar y la obstaculización, el retraso y la cancelación de cada
diminuto paso hacia la soberanía palestina -incluidos los acuerdos de retirada
en fases minúsculas y acordadas- a voluntad de Israel. Era un método política y
estratégicamente absurdo, e incluso suicida… (A los) refugiados palestinos -la
población refugiada más amplia y la que lleva más tiempo en esa situación hoy
en el mundo- se les dijo que podían olvidarse de cualquier idea de retorno o
compensación” (La muerte de Oslo, Edward Said, 2000).
Efectivamente,
la propuesta de Trump y Netanyahu es la legitimación de lo que Israel ha hecho
desde 1967 pisoteando todas las resoluciones de la ONU: contempla el reconocimiento
la soberanía sionista sobre los asentamientos de colonos en Cisjordania;
Jerusalén adquiriría el status de capital del Estado sionista, y los
colonialistas se apoderarían del valle del río Jordán. Se les quitaría la
ciudadanía a 300 mil palestinos de poblados con mayoría palestina en territorio
israelí según las fronteras de 1967, para ser integrados al territorio
palestino. Se negaría el derecho al retorno y a compensaciones económicas a 6
millones de palestinos, expulsados de sus tierras a partir de la Nakba de 1948,
y que en virtud del acuerdo dejarían de ser considerados refugiados. Ni
siquiera podrían mudarse al hipotético pseudo Estado palestino sin el aval
israelí. Israel obtendría el reconocimiento de su definición racista y
confesional como “Estado judío”.
El
Estado palestino resultante no tendría las atribuciones de un Estado nacional. Sería
una entidad parecida a los bantustanes establecidos por los racistas en
Sudáfrica durante la dictadura del apartheid, privado del derecho a defenderse
militarmente, sin control de sus fronteras ni de su espacio aéreo y marítimo.
Como compensación por las extensas pérdidas territoriales respecto de las
fronteras de 1967, por el reconocimiento de los enclaves sionistas en
Cisjordania, Jerusalén oriental y los Altos del Golán, habitados por unos 600
mil colonos sionistas, o la pérdida del valle del Río Jordán, los palestinos recibirían
terrenos en el desierto del Negev.
Para
endulzar el veneno, Trump promete la inversión de 50 mil millones de dólares en
los territorios palestinos, Egipto y Jordania, una falsa compensación que
agrega otra dimensión humillante a la propuesta.
Las
condiciones son tan brutales que incluso la colaboracionista Autoridad Nacional
Palestina encabezada por Mahmud Abbas es incapaz de considerarla como una base
para la negociación. Ante el Consejo de Seguridad de la ONU, el 11 de febrero,
Abbas declaró que es “nos ofrecen un queso suizo agujereado, un Estado
fragmentado que nadie aceptaría… (se) exime de toda responsabilidad (a Israel) por
los crímenes que han perpetrado los israelíes contra nuestro pueblo y nuestra
tierra”. A pesar de ello, no repudió totalmente el rol de EEUU como mediador,
solo planteó que no debe ser el único mediador. Abbas admitió que al reunirse
con Trump en 2017 se le prometió una propuesta que respetara las fronteras de
1967 y reconociera a Jerusalén como la capital palestina, por lo que dijo
lamentar el cambio de opinión yanqui. Hay una falsa ingenuidad en esa
declaración. EEUU a lo largo de siete décadas ha apoyado incondicionalmente todos
los crímenes de Israel. Lo nuevo es que ahora abandona su tradicional
hipocresía.
Indonesia
y Túnez presentaron ante el Consejo de Seguridad de la ONU una propuesta de
resolución condenando el plan pero fracasaron al no obtener apoyo de 9 de los
15 países miembros. Pese a contar con el derecho a veto, EEUU amenazó con
aplicar represalias económicas si se votaba una resolución en su contra. Por su
parte, el embajador sionista, Danny Danon, planteó que solo si Abbas es
sustituido se podría negociar. La maniobra de vetar a su interlocutor ya la
aplicó el sionismo contra Arafat en sus últimos años y contra Hamas luego de
que ganara las elecciones de 2006. Puede presionar o incluso asesinar a los
dirigentes palestinos, pero lo que no ha logrado ni logrará es que el pueblo
palestino acepte la sumisión colonial.
La
crisis no se cierra, se profundiza
La
política agresiva de Trump contra el
pueblo palestino puede encontrarse rápidamente con una seria resistencia y
generar efectos contrarios a los esperados. El gobierno yanqui, al cerrar la
misión diplomática palestina en EEUU y eliminar sus aportes económicos a la
agencia de la ONU encargada de atender a los refugiados palestinos y a la
Autoridad Nacional Palestina, debilita a la burocracia palestina rol, que fue
garante de los acuerdos de Oslo como auxiliar del sionismo, incluso en tareas
represivas. Puede haber cambios en el movimiento palestino si hay una
movilización de grandes dimensiones que la burocracia no logre detener.
El 20% de la ciudadanía israelí es palestina. Es una importante minoría que
estaría dispuesta a vivir en un Estado palestino, pero no en la ficción de
Estado de apartheid que pretende formalizar Israel.
Además de las renovadas movilizaciones palestinas contra los planes
criminales de EEUU e Israel, el proyecto tiene consecuencias económicas. Las
autoridades palestinas suspendieron la importación de carne bovina proveniente
de Israel hace cinco meses, a lo que la autoridad militar de Israel que
administra Cisjordania respondió bloqueando las exportaciones agrarias
palestinas hacia Jordania y a través de puertos sionistas. La balanza de
importaciones y exportaciones agrarias entre Israel y Palestina es negativa
para los palestinos: exportan 80 millones de euros y se importan 550 millones.
De tal forma que la disminución del comercio resulta perjudicial especialmente
para los granjeros sionistas.
El
embajador yanqui en Israel, un sionista fanático llamado David Friedman,
encabezará un comité binacional para discutir en detalle la implementación de
las anexiones contempladas en el plan. A sabiendas de que Trump puede ser
derrotado en las elecciones de este año, Netanyahu pretende avanzar en la aplicación del plan de manera acelerada
para crear nuevas situaciones de hecho que un futuro gobierno yanqui no pueda
revertir. Así, se anunció el 20 de febrero la construcción de 6 mil viviendas
en Jerusalén oriental para sionistas.
Algunos sionistas advierten sobre los peligros de la
anexión unilateral y consideran que las acciones de Trump debilitan a Israel a
largo plazo. Al representar un significativo viraje táctico respecto de la
política tradicional yanqui, genera polémicas que debilitan el consenso de los
políticos burgueses en EEUU sobre la cuestión. Y lo más grave es que se
debilita aún más la ilusión de una solución de dos Estados. No es casual que Abbas
en su discurso de septiembre 2017 ante la Asamblea General de la ONU, haya
dicho que la opción una salida de un solo Estado está sobre el tapete para la
dirigencia palestina. Una encuesta del Palestinian Center for Policy and Survey
Research, de marzo de 2017 refleja que el 57% de los palestinos no creen en la
solución de dos Estados. Fue el propio Israel quien destruyó las expectativas
populares palestinas en el establecimiento de dos Estados, robusteciendo la
reclamación histórica de la OLP, que los socialistas revolucionarios
acompañamos, del establecimiento de un solo Estado laico, democrático y no
racista en todo el territorio palestino, en el que judíos, cristianos,
musulmanes y ateos de cualquier origen o etnia tengan los mismos derechos. Ello
significaría la muerte del proyecto racista y colonial del sionismo.
Recuadros
El terror fascista ejercido por Israel
El régimen colonial ejerce una violencia sistemática contra el
pueblo palestino. No hay límites para la monstruosidad represiva de Israel,
cuyos crímenes abarcan desde el secuestro y la tortura de presos políticos,
hasta el derribo de aviones comerciales o el robo de órganos de cadáveres
palestinos asesinados por las fuerzas sionistas, en el Instituto Forense Abu
Kabir.
Pero no ha logrado imponer la aceptación del orden colonial. El anuncio de
Trump y Netanyahu levantó una nueva oleada de protestas. Dos
mil personas protestaron en Gaza, miles más en Ramala. En las tres semanas transcurridas desde el 28 de enero, al
menos cuatro palestinos fueron asesinados y decenas heridos por las fuerzas
sionistas en Gaza y Cisjordania, mientras que catorce colonialistas fueron
heridos en un arrollamiento contra soldados por parte de un combatiente
palestino, quien posteriormente fue detenido. Al menos 50 cohetes artesanales
fueron disparados hacia el ente colonial, que respondió bombardeando
intensamente Gaza.
El 23 de febrero, los soldados sionistas apelaron a una de sus prácticas
habituales, al secuestrar el cadáver de uno de los luchadores palestinos
asesinados, cerca de la cerca fronteriza que separa a la Franja de Gaza de la
entidad israelí. Los sionistas arrollaron el cuerpo con una máquina
retroexcavadora. Un grupo de manifestantes palestinos que intentaron retirar el
cadáver fueron baleados, resultando dos heridos. La retroexcavadora luego
extrajo el cuerpo aplastado con su pala. El incidente fue filmado y despertó
indignación a nivel mundial.
La entidad colonial sionista es el único gobierno del mundo que tiene una
política oficial de confiscación de cadáveres. La corte suprema israelí
ratificó esta práctica en 2019, avalando que los cuerpos sean utilizados con
fines extorsivos por parte de los negociadores israelíes. Israel mantiene
centenares de cuerpos secuestrados, algunos desde la guerra de 1967.
Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel
El interminable accionar criminal de Israel ha alimentado el
repudio internacional y el crecimiento de la campaña de Boicot, Desinversión y
Sanciones (BDS), en gran parte del mundo, incluyendo los EEUU. Tal es el temor
que inspira en Israel la solidaridad internacional con el pueblo palestino, que
se ha incluido en el plan de Trump y Netanyahu la exigencia de que el pueblo
palestino abandone la campaña por BDS y cualquier otra similar. Al mismo
tiempo, ello indica la importancia de extender y profundizar esa campaña.
El 12 de febrero Consejo de Derechos Humanos de la ONU publicó, con tres
años de retraso, una lista de 112 empresas que operan ilegalmente en enclaves
ocupados por Israel dentro de Cisjordania. En el listado predominan 94 empresas
israelíes, pero también se mencionan transnacionales como Airbnb, TripAdvisor,
Expedia y Booking. Desde 2015 la Unión Europea exige un etiquetado de
procedencia para los productos de los enclaves, considerados violatorios de las
resoluciones de la ONU sobre el tema palestino, pero no hay sanciones para las
empresas que operan en ellos. Es fundamental impulsar la ruptura de relaciones
diplomáticas, comerciales y culturales con la entidad colonial de Israel, así
como denunciar el rol que juegan aliados del sionismo como EEUU, Rusia, la
India y las corruptas monarquías árabes, en el mantenimiento de la opresión del
pueblo palestino.
*Artículo escrito para la revista Correspondencia Internacional de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional.
*Artículo escrito para la revista Correspondencia Internacional de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional.
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