Myanmar–Birmania: la Revolución de Primavera contra el golpe

Simón Rodríguez*

 

El golpe de Estado de los militares en Myanmar, país también conocido como Birmania, ha sido respondido contundentemente. Millones se lanzaron a las calles, formaron comités de huelga a lo largo del país y organizaron la huelga general. En los barrios obreros y las ciudades del interior se levantaron barricadas para resistir los ataques de los militares. Organizaciones alzadas en armas de las nacionalidades oprimidas acordaron luchar unitariamente para derrotar el golpe. Es urgente la solidaridad internacional.

 

El 1° de febrero, militares bajo las órdenes del general Min Aung Hlaing irrumpieron en el Parlamento para impedir la juramentación de los diputados electos. La consejera de Estado, Aung San Suu Kyi, y el presidente Win Myint fueron detenidos, así como cientos de parlamentarios. Inmediatamente surgió una masiva resistencia en las calles contra la junta militar conducida por el Consejo de Administración Estatal. El 4 de febrero, unos 378 parlamentarios, tres cuartas partes del nuevo Parlamento, detenidos en un hotel, se juramentaron en sus cargos. A algunos les dictaron luego la detención domiciliaria y lograron escapar y el 8 de febrero conformaron el Comité Representante del Parlamento de la Unión (CRPU) como gobierno legítimo. Los golpistas respondieron acusándolos de traición, delito que se castiga con la pena de muerte.

 

Movilizaciones masivas y huelga general


A pesar de que la mayoría de sus integrantes son miembros de la Liga Nacional por la Democracia (LND), este comité se pronunció a favor de la Revolución de Primavera, nombre que le dio la juventud a su propio proceso de lucha, incorporando a sus proclamas exigencias democráticas del Movimiento de Desobediencia Civil, los comités de huelga y los grupos armados de las nacionalidades oprimidas, como por ejemplo decretando la prohibición de todos los despidos de trabajadores y los desalojos de inquilinos. Todos estos sectores intentan conformar un gobierno de unidad nacional, ya que el 31 de marzo expiró el mandato del gobierno saliente.


Todo esto refleja que hay una revolución en curso. El 22 de febrero se inició la huelga general con movilizaciones masivas. Al ir perdiendo el control de las calles, los militares restringieron el acceso a internet en un desesperado intento por impedir el flujo de la información. Más de dos mil personas fueron detenidas y se declaró la ley marcial en sectores de la antigua capital, Rangún, sobre todo en los barrios de obreros industriales. Además, los militares, acusando a quienes resisten por traición, sedición o esparcir noticias falsas, pueden imponerles condenas a muerte, cárcel y trabajo forzado. A las multitudinarias movilizaciones las acompañaron protestas relámpago contra oficinas de la ONU, China y Rusia, principales apoyos internacionales de los golpistas. Centros comerciales y edificios de las empresas militares fueron incendiados. El 24 de marzo se llevó a cabo una dramática huelga silenciosa. Las calles quedaron desiertas. Para intentar contrarrestar el efecto, los golpistas liberaron a cientos de presos.

Mientras que los gobiernos europeos y de los EE.UU. hicieron anuncios simbólicos de sanciones a individuos e instituciones birmanas, transnacionales petroleras como Total, de Francia, y Chevron, de los EE.UU., se rigen por su principio “los negocios son los negocios”. La hipocresía yanqui se evidencia, además, por su apoyo al régimen golpista de Tailandia.

Rusia es el principal proveedor de armas del ejército birmano, el Tatmadó, y le brinda asesoría en temas como la supervisión de las redes sociales. El viceministro de Defensa ruso estuvo presente en el desfile militar del 27 de marzo en la capital, Naypyidó. El jefe golpista calificó al gobierno de Putin como “un verdadero amigo”. China, India, Pakistán, Bangladesh, Tailandia, Vietnam y Laos también enviaron representantes. Simultáneamente, se llevaba a cabo la peor represión desde el inicio del golpe. Al menos 114 personas fueron asesinadas por los golpistas, sumando más de quinientas víctimas mortales desde el 1° de febrero, según la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos. Los golpistas también lanzaron bombardeos contra el pueblo Karen, cerca de la frontera con Tailandia, luego de que un ataque rebelde ajustició a diez militares birmanos en un puesto fronterizo. 


China es el principal inversionista extranjero en el país. Bajo el cogobierno entre los militares y Suu Kyi, se entregaron concesiones a empresas chinas en las regiones de las etnias oprimidas. A la par de ese proceso de desposesión, aumentaron el presupuesto militar y la represión. Pero la LND es un aparato electoral dependiente de un liderazgo mesiánico, carece de estructuras de base sólidas y no controla los comités que han ido surgiendo al calor de la lucha.

 

Lucha armada de masas


El Ejército de Arakán, el Ejército Taang de Liberación Nacional y el Ejército de la Alianza Nacional Democrática de Myanmar se han pronunciado conjuntamente contra el golpe y por la defensa del pueblo movilizado ante la represión. La Unión Nacional Karen y el Ejército Independentista Kachin también han repudiado el golpe. Existe una veintena de grupos rebeldes armados, algunos lanzaron operaciones militares contra los golpistas. El CRPU declaró el 17 de marzo que reconoce el derecho de todos los grupos étnicos a tener su propia organización militar, y el 31 de marzo declaró abolida la Constitución de 2008. También ha llamado a los gobiernos a cortar lazos con los golpistas y a las empresas a no pagar impuestos a las autoridades ilegítimas. El establecimiento de una república federal democrática en Birmania implica una ruptura con el nacionalismo opresor que la mayoría budista bamar ha ejercido contra las nacionalidades oprimidas desde la independencia. 

Ante la persecución, algunos parlamentarios consiguieron refugio en los territorios liberados por los grupos rebeldes. Los militares no controlan la mayor parte del país. A esos territorios liberados hay que sumar la resistencia en las ciudades, con protestas diarias en más de trescientas ciudades del país. Hay cacerolazos todas las noches. Cada día que pasa crecen las deserciones de funcionarios públicos, policías y militares. 


Miles de jóvenes y trabajadores fabricaron armas caseras y levantaron barricadas para defenderse de los militares. Estos destacamentos urbanos, junto con grupos rebeldes en las zonas rurales, tienen la intención de constituir un nuevo ejército federal. La Fuerza de Defensa y Seguridad de la Región Kalay es una de las nuevas organizaciones armadas que ha surgido como parte del proceso de construcción de ese ejército popular. A través de plataformas de internet se han realizado campañas para financiar a la resistencia, que reunieron más de 9 millones de dólares en marzo.


Existe una amplia conciencia de la relación entre la revolución birmana, la rebelión del año pasado en Tailandia y la de 2019 en Hong Kong. Esta solidaridad entre pueblos se ha llamado la “alianza del té con leche” y en todos esos países y procesos de lucha se ha popularizado el saludo de tres dedos. Las principales expresiones de apoyo internacional, como protestas ante las embajadas de Birmania, China y Rusia, se han llevado a cabo en estos países. A esta solidaridad de los pueblos de la región, desde la UIT-CI consideramos que es urgente fortalecerla con una campaña internacional de las organizaciones que se reclaman democráticas, de la izquierda y las organizaciones sindicales, en apoyo a la revolución birmana contra el golpe, planteando en cada país la ruptura de relaciones diplomáticas y económicas con el gobierno golpista, el apoyo económico a la revolución y el suministro de armas, así como la realización de movilizaciones contra las embajadas de Myanmar, China y Rusia. Por el triunfo del pueblo trabajador, la destrucción de las fuerzas armadas burguesas y un gobierno de las organizaciones obreras y populares.


Un tercio de la población birmana forma parte de las etnias o nacionalidades oprimidas. En el caso de la persecución genocida contra los rohingyas, en 2012, recrudeció la política contra ellos. En 2017 hubo un salto en el proceso de limpieza étnica, con 700.000 personas desplazadas a la fuerza. Desde 1982 los rohingyas son apátridas, sin derecho a casarse o tener propiedades. Tampoco son reconocidos como ciudadanos los panthay, los gurkha, los birmanos indios o los birmanos chinos. Pero el golpe de Estado y la revolución generaron cambios en las relaciones entre los pueblos. Organizaciones estudiantiles bamar han emitido disculpas públicas por no haber condenado el genocidio contra los rohingyas y estos, a su vez, se han pronunciado en apoyo a la revolución. Estos nuevos lazos de solidaridad se reflejan en la aspiración común de crear una república federal.

Una historia de regímenes burgueses militares

 

Birmania, desde 1824, fue integrada a la colonia británica de India y luego de 1937 fue administrada como colonia separada. Entre 1943 y 1945 estuvo bajo ocupación japonesa, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, y sufrió terribles devastaciones. La Liga Antifascista de Liberación Popular gobernó entre 1945 y 1962, primero como parte de la administración colonial y, a partir de 1948, como gobierno independiente, encabezado por U Nu, quien antes había sido canciller del gobierno títere projaponés. El ejército birmano, dirigido por Aung San, se había fundado también en Japón y en los primeros años de la guerra peleó del lado japonés, pasando luego al bando de los aliados. El Partido Comunista estalinista, aplicando la estrategia del frente popular, intentó integrarse a la coalición nacionalista gobernante, aunque un sector minoritario rompió para continuar la lucha armada contra los ingleses en 1946. Entre 1948 y 1989 los comunistas desarrollaron una guerra de guerrillas contra los sucesivos gobiernos nacionalistas.

Entre 1962 y 1988, fruto de un golpe militar, se estableció un régimen bonapartista de partido único, encabezado por el general Ne Win y una peculiar burguesía militar, cuya doctrina oficial era un compendio de ideas nacionalistas y esotéricas denominado “la vía birmana al socialismo”, antagónico a lo que consideraban el “dogmatismo marxista”. Se estatizaron las principales industrias y se apostó a la autarquía. El continuo saqueo por parte de los militares llevó la economía a la ruina. Toda disidencia enfrentaba detenciones, torturas y asesinatos.


Luego de grandes protestas populares, en marzo y junio de 1988, Ne Win renunció a la dirección del Partido del Programa Socialista de Birmania (PPSB) y propuso un referendo para permitir la legalización de partidos opositores, aunque el PPSB lo rechazó. El Levantamiento 8888, así llamado por haberse iniciado el 8 de agosto, obligó al gobierno a convocar a elecciones antes de concluir el año. Pero el 18 de septiembre, el general Saw Maung encabezó un nuevo golpe y proclamó un gobierno de facto, el Consejo Estatal de Restauración de la Ley y el Orden. Aplastó al movimiento popular y pospuso las elecciones. Cuando finalmente se realizaron, en 1990, la Liga Nacional por la Democracia (LND), encabezada por la dirigente liberal Aung San Suu Kyi, hija de Aung San, fue el partido más votado. Los militares no permitieron la instalación del parlamento electo y sometieron a Suu Kyi a arresto domiciliario, donde recibió el Premio Nobel de la Paz.

 

Las décadas de 1990 y 2000 fueron de grandes privatizaciones que beneficiaron a los militares. En agosto de 2007 la crisis económica dio lugar a la llamada “revolución azafrán”, así llamada por el color de las túnicas de los monjes budistas. Aunque lograron reprimirla, los militares seguían a la defensiva. Ante las sanciones económicas internacionales decidieron recorrer entre 2010 y 2015 una lenta transición controlada hacia una forma de cogobierno en el marco de una constitución impuesta en 2008 que les garantizaba inmunidad en las cortes civiles, una cuota militar de 25% en todos los parlamentos y el control de los ministerios de Defensa, Fronteras e Interior.

La LND aceptó estas condiciones y participó en las elecciones parlamentarias de 2012 y 2015, ganando en ambas ocasiones. Suu Kyi desempeñó funciones de consejera de Estado, cargo análogo al de primer ministro, y de canciller entre 2016 y 2021. Bajo el cogobierno con la LND, los militares continuaron robando tierras al campesinado y se profundizó la opresión a las minorías nacionales, contra las cuales los gobiernos de la mayoría bamar y budista han librado una guerra ininterrumpida desde la independencia del país. Los militares siguieron dirigiendo numerosas empresas y participando en compañías mixtas con capital extranjero. Cuando el Partido para la Unión, Solidaridad y Desarrollo, brazo electoral militar, perdió las elecciones en noviembre de 2020 de forma aplastante, los militares denunciaron un supuesto fraude electoral. El 1° de febrero de 2021 se llevó a cabo el golpe. Lo que escapó a sus cálculos fue que se iba a desencadenar una movilización de masas revolucionaria.

* Artículo publicado en la revista Correspondencia Internacional #46, publicación de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional

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